Contrario a lo que arroja una primera impresión, los hechos ocurridos esta semana no son reflejo de una cerrazón por parte de las principales fuerzas políticas gubernamentales y partidistas. Las dos principales noticias: el formato del Informe y el anuncio de consensos en torno a la reforma electoral, estarían bosquejando un incipiente marco de entendimiento entre el Gobierno y su partido con las demás fuerzas políticas, representadas principalmente por el PRI y el PRD.
El Informe
PRI y PRD mandaron el mensaje: la situación política del País no es de normalidad democrática; el Presidente de la República necesita algo más que los votos de su partido, el respaldo de Elba Esther, el exagerado cobijo de la mayoría de los principales editorialistas, el desmedido apoyo de la televisión, la aceptable aprobación ciudadana que se refleja en las encuestas, la movilización (¿todavía?) de las fuerzas armadas y la ráfaga de lanzamientos mediáticos de nuevos programas gubernamentales virtuales, que solamente existen en el spot institucional.
El escenario del 1 de diciembre de 2006 cambió. El PRD, que a partir del plantón de Reforma fue etiquetado como el villano favorito de la vida democrática, el reventador de instituciones, el partido de la cerrazón y la necedad. Ahora PRI y PRD son aliados para hacer saber, pero sobre todo para hacer sentir a Felipe Calderón y al PAN que deben cambiar su planteamiento y su estrategia.
Ya no fue solamente el PRD el que expresó su oposición al desarrollo de un informe "normal". No fueron pocas las ocasiones en que Manlio Fabio Beltrones sugirió al Presidente una ruta alterna. Estos planteamientos son más profundos de lo que hasta ahora se ha querido analizar. Los agravios se convirtieron en la argamasa que logró unir al PRD y al PRI. Los agravios del PRD son de sobra conocidos; los del PRI quizás consisten en la inexplicable cercanía de la presidencia y del PAN con una enseñoreada Elba Esther; la presidenta vitalicia del SNTE no solamente pone funcionarios de primerísimo nivel y no solamente lo hace en el Poder Ejecutivo, también ha hermanado a su partido con el PAN en contiendas estatales; otro agravio podría encontrarse en la intervención de la PGR (otra vez) en la elección de Baja California.
Si bien el PRI apoyó a Calderón el 1 de diciembre, el apoyo no es a cambio de nada (ahí está el caso de Elba Esther que siempre pasa la factura de sus apoyos) ni tampoco es para siempre; para el tricolor llegó el momento de medir fuerzas, cobrar facturas, y lo hace avanzando sus piezas. Así es la política.
El PRI no pide que el Presidente actúe de una forma distinta a la que lo ha hecho con la maestra; le está poniendo en la mesa al Presidente el planteamiento de que sopese si le alcanza con el apoyo de la líder política-partidista-sindical-magisterial; y como es evidente que no, le pide que por lo menos equilibre, y con base en eso decida con quién quiere gobernar y a cambio de qué lo va a hacer.
El mensaje conjunto del PRI-PRD es que el Gobierno debe sacar sus cuentas y escoger a sus aliados. Si el Presidente no tiene mayoría en las Cámaras y en los Gobiernos locales, debe modificar el planteamiento y la estrategia. Esa es una de las particularidades del régimen democrático que tanto ha sido defendido por Calderón y por el PAN.
Afortunadamente el Presidente decidió bien; le ha quitado presión al ambiente. La prudencia en su actuación lo llevó incluso a cambiar el auditorio por el palacio y 10 mil seguidores por 2 mil invitados. Para resolver un conflicto y superar una crisis, se debe empezar por aceptar su existencia, y es la primera vez, en nueve meses, que el Gobierno y su partido lo hacen.
La Reforma Electoral
El anuncio de consensos por la reforma electoral se ubica en el mismo contexto. Nadie puede decir en su sano juicio que la reforma no es necesaria, y por amplia que sea, quedará rabona en un escenario donde la política se ha convertido en un negocio.
Entre los defensores de los actuales consejeros se encuentran algunos que los condenaron al momento de su designación. Entre sus detractores, hay algunos que trabajaron para ellos. Lo cierto es que no han contado con el consenso del PRD desde su designación y ahora han sumado el repudio del PRI.
Además, varios de los integrantes del Consejo general del IFE llegaron sin tener la más mínima idea de la función que desempeñarían, y otros que sí tenían conocimientos llegaron por ser compadres o íntimos de personajes políticos connotados; uno más llegó portando su credencial de afiliación al PRI.
Los señores consejeros han cometido una interminable lista de yerros, se han conducido con frivolidad y dispendio, no tienen idea de lo que es un organismo constitucional autónomo (el IFE lo es), han sido apaleados por las resoluciones del Tribunal Electoral, y en la completa opacidad han designado como consejeros estatales a personas sin la más remota idea de la materia electoral. Como no les alcanza con su capital, han tenido que vivir del prestigio prestado de anteriores consejeros. Es por eso que se van.
Estos dos acontecimientos podrían ser el preámbulo de un lenguaje de entendimiento que tendrá que construirse y que es necesario para aceptar nuestra diversidad y afrontar nuestros problemas.
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