sábado, 28 de junio de 2008

Vencer sin convencer

A principios de la Guerra Civil española, Miguel de Unamuno, Rector de la Universidad de Salamanca, pronunció la célebre frase "venceréis pero no convenceréis, porque para vencer tenéis la fuerza, pero para convencer os hace falta la razón". Sin duda, esta frase es perfectamente aplicable en la actualidad por parte de los ciudadanos jaliscienses hacia quienes detentan el poder en nuestro Estado.

No es lo mismo ejercer el poder que la autoridad. Rodrigo Borja en su Enciclopedia de la Política nos regala una espléndida explicación al respecto. Quien tiene el poder puede imponerse por la fuerza, independientemente de que los subordinados estén o no de acuerdo con el acto; pero tiene autoridad quien es reconocido por tener ascendencia sobre los demás, es decir, por su autoridad moral.

Esta diferencia de conceptos explica que en Jalisco tengamos que apechugar con una serie de arbitrariedades ejercidas desde el poder. Planes parciales a modo, caos urbano, obras "de servicio público" de pésima manufactura, caprichos inconclusos y una larga lista de calamidades ordenadas desde el poder y sin contar con la aprobación ciudadana.

En Jalisco se viene ejerciendo el poder sin autoridad. Se vence, pero no se convence. Los poderes fácticos se alían con el poder institucionalizado para imponerse a la ciudadanía, al interés público. Al hacerlo, el poder institucionalizado se convierte en un poder fáctico que utiliza el parapeto de la ley y de los tribunales para avasallar al ciudadano y dejarlo indefenso.

Por eso los diputados se pueden salir con la suya en las reformas constitucionales y legales. También pueden designar a funcionarios del más alto nivel dejando de lado las formas. Hay que reconocer que en eso han dejado de lado la simulación, pero han entrado de lleno en el terreno del descaro y el desaseo. Poco les duró el gusto de hacer evaluaciones... como en repetidas ocasiones el resultado de las calificaciones no se ajustaba a sus pretensiones, fácil: quiten las evaluaciones. Como las convocatorias los obligaba a recibir a muchos suspirantes, fácil: hacen convocatorias que permanecen abiertas seis horas.

El poder que se ha divorciado de la autoridad se vuelve impúdico, se solaza en la imposición, se olvida de la persuasión y del convencimiento. Se refugia en la razón de la fuerza y se olvida de la fuerza de la razón.

Es absurdo pensar que la ciudadanía quiere un caos urbano como el que vivimos, o acabar con las áreas verdes, renunciar a contar con reservas urbanas, tener miles de espectaculares que dan al traste con el paisaje urbano. Sin embargo, todo ello se vuelve realidad porque los ciudadanos tenemos en las autoridades a verdaderos enemigos que confabulan con los intereses privados y conspiran contra el interés público.

Como un simple ejemplo, en España llegaron a la conclusión de que los espectaculares distraen a los automovilistas en las autopistas. La solución: no hay espectaculares. Seguramente dejan de percibir dinero los dueños de los predios aledaños a las carreteras, pero el interés público y con él la razón, se imponen.

El capítulo más reciente de esta forma de proceder se puede observar en las pretendidas reformas al marco normativo de la fiscalización superior en Jalisco. Vaya que hay estudios que indican las cualidades que debe reunir un sistema de fiscalización. También hay un catálogo de "las mejores prácticas" en esta materia. Pero la razón parece no importar, ni la aspiración ciudadana de contar (por lo menos en el papel) con algo que rescate el alicaído orgullo jalisciense. Lo que importa es imponerse, vencer sin convencer.

Vale la pena preguntarnos si nuestros supuestos representantes populares tienen noción de la teoría de la representación. Se supone que vivimos en un régimen republicano y representativo. Y, si no se les ha olvidado, a quienes deben representar es a los ciudadanos, además de reivindicar el interés público.

Si tienen una ligera noción de lo anterior, no se explica que su forma de proceder sea tan menor, a menos que piensen que los ciudadanos queremos la simulación, que nos gusta el subdesarrollo y que nos encanta ser premodernos. Solamente así se explicaría que no tengan altura de miras y que gasten su tiempo en una puesta en escena de pésima manufactura.

La fiscalización tiene que ver con rendir cuentas, con ser responsables de sus actos, con explicar de cara a la sociedad las acciones que se desarrollan. Por eso es importante contar con una normatividad de avanzada en esta materia.

El Poder Legislativo es clave para revertir el proceso de deterioro institucional y la lógica de enemistad que prevalece entre ciudadanos y autoridades. Al realizar una reforma en materia de fiscalización, de rendición de cuentas, deben explicar de frente a la ciudadanía las razones para no ir más allá, para renunciar a un modelo más moderno, eficiente y eficaz.

Si en el proceso de una reforma en materia de rendición de cuentas, no son capaces de rendirlas; si la materia que nos ocupa tiene que ver con responsabilidad y no son responsables o no están a la altura de los estudios académicos; si quieren que la ciudadanía refuerce su percepción de que la fiscalización en realidad es una lavandería y un intercambio de cartitas... podrán imponerse y vencer, pero lo harán sin convencernos que son representantes populares.

Definitivamente no están demostrando estar a la altura de sus promesas, de lo que dicen sus plataformas electorales ni de sus sueldos. Tampoco demuestran tener la estatura para ser lo que les manda la ciencia política y la norma: contrapesos y vigilantes de los demás poderes. Los jaliscienses requieren representantes que se esfuercen por no permitir que Jalisco se siga hundiendo en cuanto indicador aparece. Para lograrlo se requieren representantes con autoridad y que convenzan.


rogelio_campos@yahoo.com