En Maine, Washington, Maryland y Minnesota votaron para determinar la legalidad de los matrimonios entre personas del mismo sexo. En Montana Massachusetts y Arkansas decidieron sobre la aprobación del uso de la marihuana con fines terapéuticos. En Colorado, Washington y Oregón fueron más allá y votaron sobre la legalización de la marihuana con fines recreativos.
En Florida rechazaron la propuesta de prohibir el uso de fondos públicos para financiar abortos. En Massachusetts se rechazó una medida para facilitar la eutanasia, mientras que en California se frenó una iniciativa contra la pena de muerte.
En Maryland votaron sobre la instalación de un casino en uno de sus condados, y en Arkansas sobre permitir o no la presencia de casinos. Montana rechazó que los inmigrantes acudan a las escuelas.
Protección de tierras, eliminación del seguro médico obligatorio, cuestiones fiscales y de gasto público, tráfico de personas, discriminación religiosa, regulación de permisos de construcción y portación de armas también fueron objeto de consulta y votación el pasado martes.
Hace casi dieciocho años, cuando por primera vez se vivió la alternancia en Jalisco, se desató una euforia democrática que propició la organización de foros de consulta para la reforma del Estado. Como consecuencia, se modificaron una serie de ordenamientos que -se nos decía- harían de Jalisco el Estado más democrático de México.
Se incorporaron las figuras de referéndum, plebiscito e iniciativa popular, como un gran logro que daría poder a los ciudadanos. Faltó diseño funcional y voluntad real para llevarlos a la práctica. A casi dos décadas de distancia, sobran dedos de la mano para contar los casos en que se han llevado a cabo estos ejercicios.
En México nos conformamos con una democracia instrumental que únicamente sirve para elegir a nuestros "representantes" (de partido o -próximamente- independientes). Para nada más. ¿Para qué preguntarles a los ciudadanos sobre la instalación de casinos, permisos de construcción y cuestiones fiscales? Finalmente se puede resolver desde la sabiduría de las oficinas gubernamentales. ¿Para qué hacer pensar a la gente? Nuestros representantes populares saben lo que es bueno y pertinente para nosotros.
Cerca de la media noche, cuando Romney aceptaba su derrota, en las redes sociales se señalaba la diferencia entre nuestra democracia y la de EU, y la necesidad de aprender de nuestros vecinos. Se basaban en un solo hecho, que no es menor: la aceptación de la derrota. Muchos de los que ponderan la postura de Romney también exaltan la reelección legislativa que se practica en el país vecino.
Sin embargo, pocas voces traen a colación la multivotación que se lleva a cabo en la Unión Americana. Si los ciudadanos van a ir a votar por sus representantes, resulta lógico aprovechar la jornada electoral para que la ciudadanía se exprese y decida sobre varios temas de interés público. Criticamos su elección indirecta, por vía del Colegio Electoral, pero soslayamos la participación directísima en temas de interés público.
Ni siquiera nuestras mentes más avanzadas -nuestros intelectuales- reparan en la multivotación. Ellos andan muy preocupados por la reelección legislativa, que por cierto tiene serias críticas en la Unión Americana. Pronto avanzará la reelección legislativa, y cuando eso suceda puede ocurrir la misma decepción que significó el referéndum, el plebiscito y la iniciativa popular... y puede ser el mismo caso con las candidaturas independientes.
Resulta fundamental terminar con la lógica democrática del "votas y te vas". Requerimos considerar al electorado como mayor de edad en toda la amplitud del término, pensar menos en cómo elegimos a nuestros representantes y más en cómo el ciudadano decide directamente sobre diversos temas. Debemos pasar del elector espectador al ciudadano protagonista de las decisiones y para ello es necesario incorporar -entre otras prácticas- la multivotación. Lo demás es lo de menos.
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