14 Feb. 09
Semana de papelazos. El de la Selección Nacional en Columbus y el del Gabinete federal. Los paralelismos entre ambos conjuntos, que se manifestaron esta semana, parecieran configurar un Déja vu.
En Ohio, la Selección -otra vez- no pudo, ni siquiera empatar con el equipo estadounidense. Once jugadores que no llegan a ser un equipo. La suma de sus capacidades individuales está lejos de reflejarse en juego de conjunto. Por el contrario, cuando se juntan, parece que su potencialidad disminuye de manera inversamente proporcional a su capacidad de equivocarse, perder la cabeza y hasta hacer el ridículo.
Por su parte, la selección del Presidente -el Gabinete- tampoco da una. Al igual que el representativo mexicano de soccer, sus integrantes parecen empeñados en lo mismo: equivocarse, perder la cabeza, hacer el ridículo.
Pareciera que hay un síndrome, que además es contagioso, entre los integrantes de ambos conjuntos. Los integrantes de la Selección Mexicana saben, desde hace tiempo, que Estados Unidos ha sido mejor, lo ha demostrado en las canchas; esa superioridad se ha visto reflejada en los resultados y marcan una tendencia estadística.
Por su parte, los integrantes del Gabinete saben que los pronósticos del Banco Mundial, del Fondo Monetario Internacional, de la CEPAL y del Banco de México van a terminar imponiéndose al pronóstico -menos pesimista de todos- del Secretario de Hacienda.
Sin embargo, ni los integrantes de la Selección ni del Gabinete lo aceptan en público. ¿No sería mejor reconocerlo?, por lo menos eso es lo que pasa en el caso de los adictos, primero deben de reconocer el problema para poder combatirlo.
Los equipos de futbol a los que antes nos imponíamos con facilidad nunca alardeaban de que eran mejores que nuestra Selección. Actualmente, ya nos cuesta trabajo ganarle -o incluso perdemos- con Jamaica, Trinidad y Tobago, Costa Rica, Honduras, Guatemala, El Salvador, etcétera.
En ambos casos, Selección y Gabinete, lejos de reconocer que vamos mal, lo tratan de ocultar. Antes de aceptar que estamos estancados, mientras los de abajo se acercan y los de arriba se alejan -que en el mundo globalizado es lo mismo que ir en picada-, en política, lo importante se reduce a la arenga de no ser catastrofistas.
Vale la pena definir catastrofista: "Actitud de quien, exagerando con fines generalmente intimidatorios, denuncia o pronostica gravísimos males". ¿Realmente quienes pronostican un negro futuro están exagerando?, ¿realmente lo están haciendo con fines intimidatorios? Si están exagerando, entonces son catastrofistas: las Bolsas del mundo, el FMI, el Banco Mundial, la OCDE, la CEPAL, los premios Nobel de Economía, los inversionistas, Barack Obama, Sarkozi, Merkel, etcétera. El antónimo de catastrofista es optimista. Resulta irresponsable y hasta iluso pedir optimismo en las circunstancias actuales. Resulta inexplicable que lo pida quien nos ha dicho por más de 20 meses que estamos en guerra.
Volvamos a nuestro binomio Selección-Gabinete: además del caso de Carstens, que se niega a aceptar la realidad y que, en eso, es igual a nuestros jugadores de soccer, hay más similitudes. Rafael Márquez y Luis Téllez. Márquez es un jugador reconocido internacionalmente, muy bien pagado, ha pasado por varios clubes, es líder del equipo -su capitán-. Igual Téllez: es reconocido en el extranjero, muy bien pagado, no importa si juega en el ámbito público o privado; jugador de varios equipos -priistas y panistas-.
Durante el avionazo del Lear Jet 45, Téllez fue más que el capitán del equipo, fue un plurifuncional, la hizo, en términos futbolísticos, de portero, defensa, medio, delantero, aguador, director técnico, árbitro, abanderado y hasta público. Márquez se hizo expulsar de manera inocente para un jugador de su experiencia. Igual Téllez: las grabaciones en las que habla de que Carlos Salinas se robó la mitad de la partida secreta, de que extraña al PRI, en las que deja al descubierto su forma de manipular al Presidente, sus enconos con otros actores de la vida pública, serán el motivo por el que no continuará en el Gabinete. Ha propiciado su expulsión inocentemente.
Giovanni y Alberto Cárdenas. Gio hizo el ridículo al fallar el tiro a gol que tuvo. Cárdenas también, al decirle a Slim, respecto a sus pronósticos: "que la boca se le haga chicharrón". Qué nivel.Oswaldo Sánchez y Javier Lozano. Oswaldo hizo el oso de la semana, se comió un gol. Igual el Secretario Javier Lozano. Carlos Slim fue invitado por uno de los Poderes al foro de economía, pintó un panorama sombrío -al igual que todo el mundo, menos Calderón y su Gabinete- y mereció las furiosas declaraciones del Secretario del Trabajo.
Difícil encontrar en el discurso oficial -después de Echeverría- tanto odio, como en el caso de Lozano, en un mensaje gubernamental dirigido a un empresario. Qué oso. Pero Lozano también se comió un gol -o metió autogol- cuando dijo que Slim se ha hecho rico porque solamente las condiciones legales y de mercado en México se lo han permitido. Condiciones legales y de mercado que el señor Lozano avaló cuando era priista y no hemos visto que proponga algo distinto ahora que trabaja en un Gobierno panista.
Ni qué decir de los directores técnicos: Sven-Goran Eriksson se echó la culpa de la derrota y el Presidente no desfallece en su afán por transmitir brío, fuerza y optimismo... pero sus jugadores no aparecen y cuando lo hacen es para hacer el ridículo.
Y en Jalisco
Mientras el Presidente Calderón se rompe el alma de un lado para otro, en tierras jaliscienses Emilio juega una cascarita en acto oficial, ante los reporteros, seguramente muy interesados en estos temas de enorme trascendencia pública.