Hace un año se discutía la posibilidad de aprobar la mayor deuda que una Administración del Gobierno de Jalisco hubiera contraído durante sólo un año en toda su historia. El Congreso aprobó la solicitud del Gobernador. Se tuvo luz verde para incrementar la deuda en 5 mil 500 millones de pesos. Hoy, nuevamente se discute la posibilidad de contratar más deuda, ahora por la mitad del monto del año pasado.
Los recursos obtenidos el año pasado vía deuda constituyen todo un referente de lo que no debe hacerse en materia de transparencia y rendición de cuentas. El 11 de noviembre del 2008 MURAL publicó: "Quiere Emilio cheque en blanco"; la nota detalla que la solicitud que dirigió el Gobernador al Legislativo se contenía en un par de hojas que ni siquiera decían para qué se quería el crédito. Ha pasado un año y muy pocos saben en qué se invertirían -o se invirtieron- los recursos obtenidos con la deuda. No se sabe cuánto efectivamente se contrató, y tampoco se conoce el avance de las obras o del ejercicio presupuestal de esos recursos.
Debería publicarse en Internet y difundirse lo que ha ocurrido con lo que -se dijo- se invertiría en distintas obras y acciones. A continuación se describe, a grandes rasgos, el supuesto destino de la "mil-millonaria" deuda.
En proyectos superiores a los 500 millones de pesos, hay tres. Sería bueno saber ¿cuáles terrenos se compraron con los 700 millones presupuestados para este fin? ¿A dónde fueron a parar los 695 millones englobados en "Inversión regional y de apoyo municipal"? ¿Qué se hizo con los casi 541 millones destinados a "Inversión metropolitana"?
Debería transparentarse y difundirse con detalle los conceptos en los que se invirtieron los 480 millones del fondo complementario para el desarrollo regional y los 400 que fueron a parar al fondo para el Consejo Metropolitano. ¿Cuántas familias o casas fueron beneficiadas con el "Programa Mejora tu Casa", en el que se habrían invertido 290 millones de pesos?
Entre los 150 y los 200 millones de pesos se inscriben cinco proyectos. Se habrían destinado casi 182 millones para conservación de la red de comunicaciones terrestres; 180 millones en Aportación para el desarrollo social del Estado; 175 millones para el Fideicomiso Alianza para el Campo; 160 millones para el Centro de Valor Agregado y poco más de 151 millones para la ampliación de la red de comunicaciones terrestres. ¿Qué se logró con estos montos de inversión? Sería conveniente que se expresara en referencias que permitan a los ciudadanos tener una idea de lo que se trata: kilómetros, ubicación, hectáreas, cultivos, etcétera.
Entre los 100 y los 150 millones de pesos se encuentran ocho conceptos. Se habrían invertido poco más de 148 millones en infraestructura educativa básica; poco más de 137 millones para infraestructura productiva rural; 119 millones para infraestructura educativa para educación media superior y superior tecnológica; casi 102 millones para infraestructura de seguridad pública; 100 millones para la Ciudad Judicial; otros 100 para la carretera Tuxcueca-Mazamitla, y 100 millones más para la infraestructura hidráulica para zonas urbanas.
Por debajo de los 100 millones hay dos decenas de proyectos. Mucha deuda y muy dispersa... eso explicaría la ausencia de las "grandes" obras.
Los ciudadanos tienen -fundadas- creencias sobre la obra pública: que sale mucho más cara que lo presupuestado; que se termina mucho tiempo después de la fecha prometida -ahí están las banquetas de Avenida Vallarta como un increíble botón de muestra- y que la gestión de las obras es deficiente.
Por eso resulta pertinente que los diputados -antes de aprobar la deuda para 2010- pidan un informe sobre el avance de gasto de la tan histórica como mil-millonaria deuda que contrajimos los jaliscienses. Es urgente que esa información se difunda con las mismas ganas con las que difunden algunos mensajes huecos. También urge que los transparentólogos de la comarca despierten de su letargo y le entren a este tema y al de los Juegos Panamericanos. Todos lo agradeceremos. Los ciudadanos son los que pagan impuestos y los que finalmente terminan soportando la carga de la deuda. Lo menos que se puede pedir a cambio del pago de sus impuestos es ver. Pagar por ver... y ver para pagar.
rogelio_campos@yahoo.com
viernes, 6 de noviembre de 2009
martes, 3 de noviembre de 2009
Sueños jaliscienses
La palabra sueño -según el Diccionario de la Real Academia Española, RAE- tiene varios significados. Uno de ellos se refiere a un anhelo, una ilusión halagüeña, una aspiración o un deseo por cumplirse. En ese sentido, no son pocos los sueños colectivos que nos han vendido a los jaliscienses: una obra monumental para festejar el milenio, una de infraestructura para garantizar el abasto de agua, un museo de clase mundial, una serie de pasos a desnivel para desahogar el pesado tráfico, un teatro para la ciudad, un tren suburbano, un macrolibramiento y una larga lista de anhelos, ilusiones y aspiraciones.
Pero los sueños, en Jalisco, se han plegado a otras acepciones del término. Los sueños -también- son cosas que carecen de realidad o fundamento; en especial, proyectos, deseos, esperanzas sin probabilidad de realizarse. Bajo esta óptica, los ejemplos son abundantes.
En 1999 se nos dijo que los Arcos del Milenio eran "el impulso que necesitaba Guadalajara para fortalecer su imagen urbana"; que "la obra se terminaría en diciembre de 1999". Pronto habrán pasado 10 años desde la fecha en que se prometió su terminación... y contando. También se dijo que los arcos costarían 12 millones de pesos. Al día de hoy, se han gastado 70 millones y todavía faltan los dos arcos más grandes. La obra -si es que se termina algún día- costará por lo menos 10 veces más de lo presupuestado.
Una historia parecida es la del Teatro de la Ciudad. En 1999 se anunciaba la compra del Cine Variedades y se dijo que la remodelación costaría 42 millones de pesos. Dos años después se dijo que costaría 76 millones, y a 10 años de iniciado el proyecto -después de una cantidad no especificada de dinero gastado en la obra- se anunciaba que hacían falta 80 millones más para concluirlo. Hoy, el resultado provisional es muy distinto al proyecto ofrecido.
La misma suerte siguió la Presa de Arcediano. Los costos que se presupuestaron cuando se proyectó -al inicio del nuevo milenio- se dispararon exponencialmente. Esta semana -ocho años después- se ha anunciado, después de una cantidad muy importante de recursos de todo tipo gastados, que el proyecto no se realizará.
Esta semana también fue el marco para enterrar otro de esos magnos proyectos que cambiarían la imagen de la ciudad: el Museo Guggenheim. Lo que se anunció con bombo y platillo ha desembocado en ser otro de los sueños jaliscienses: algo que careció de fundamento, un proyecto sin posibilidad de realizarse. Nunca se dijo de dónde provendrían los 300 millones de dólares que se necesitaban para levantar el museo.
El esquema se repite en la fallida Villa Panamericana que sería edificada en los alrededores del Parque Morelos. Proyectos presentados con gran estruendo que luego fueron desestimados con la mayor facilidad; danza de cifras -para el financiamiento- que no se da ni en el regateo de los tianguis del Caribe, Centroamérica o El Cairo. Un estadio cuya ubicación se saca de la manga y se negocia por la autoridad con reglas similares a las de los beduinos o a las que rigen en los usos y costumbres indígenas. Todas estas acciones son desarrolladas por la autoridad esperando que los ciudadanos estemos "entre sueños": dormitando, a medio dormir.
¿Dónde están -por lo menos iniciadas- las nuevas autopistas, la ampliación y extensión de las avenidas, trazado de nuevas calles, ampliación y extensión de la red subterránea, remodelación y extensión de trenes urbanos y tantas otras obras ofrecidas por el -antes entusiasta y hoy beligerante- doctor Carlos Andrade Garín para la realización de los Juegos Panamericanos? Están durmiendo el sueño de los justos, en el mismo lugar en que se encuentra el proyecto del macrolibramiento y el del tren suburbano. Muchos de estos proyectos han pasado a mejor vida: al sueño eterno.
El diccionario de la Real Academia Española también registra una expresión coloquial -aplicable a lo que viene pasando en Jalisco- "el sueño de la liebre", se refiere a estar fingiendo, disimulando. Quizás es lo que ha sucedido con la atención de las necesidades y la solución de los problemas: se finge y se disimula.
Así son los sueños, los sueños jaliscienses.
rogelio_campos@yahoo.com
Pero los sueños, en Jalisco, se han plegado a otras acepciones del término. Los sueños -también- son cosas que carecen de realidad o fundamento; en especial, proyectos, deseos, esperanzas sin probabilidad de realizarse. Bajo esta óptica, los ejemplos son abundantes.
En 1999 se nos dijo que los Arcos del Milenio eran "el impulso que necesitaba Guadalajara para fortalecer su imagen urbana"; que "la obra se terminaría en diciembre de 1999". Pronto habrán pasado 10 años desde la fecha en que se prometió su terminación... y contando. También se dijo que los arcos costarían 12 millones de pesos. Al día de hoy, se han gastado 70 millones y todavía faltan los dos arcos más grandes. La obra -si es que se termina algún día- costará por lo menos 10 veces más de lo presupuestado.
Una historia parecida es la del Teatro de la Ciudad. En 1999 se anunciaba la compra del Cine Variedades y se dijo que la remodelación costaría 42 millones de pesos. Dos años después se dijo que costaría 76 millones, y a 10 años de iniciado el proyecto -después de una cantidad no especificada de dinero gastado en la obra- se anunciaba que hacían falta 80 millones más para concluirlo. Hoy, el resultado provisional es muy distinto al proyecto ofrecido.
La misma suerte siguió la Presa de Arcediano. Los costos que se presupuestaron cuando se proyectó -al inicio del nuevo milenio- se dispararon exponencialmente. Esta semana -ocho años después- se ha anunciado, después de una cantidad muy importante de recursos de todo tipo gastados, que el proyecto no se realizará.
Esta semana también fue el marco para enterrar otro de esos magnos proyectos que cambiarían la imagen de la ciudad: el Museo Guggenheim. Lo que se anunció con bombo y platillo ha desembocado en ser otro de los sueños jaliscienses: algo que careció de fundamento, un proyecto sin posibilidad de realizarse. Nunca se dijo de dónde provendrían los 300 millones de dólares que se necesitaban para levantar el museo.
El esquema se repite en la fallida Villa Panamericana que sería edificada en los alrededores del Parque Morelos. Proyectos presentados con gran estruendo que luego fueron desestimados con la mayor facilidad; danza de cifras -para el financiamiento- que no se da ni en el regateo de los tianguis del Caribe, Centroamérica o El Cairo. Un estadio cuya ubicación se saca de la manga y se negocia por la autoridad con reglas similares a las de los beduinos o a las que rigen en los usos y costumbres indígenas. Todas estas acciones son desarrolladas por la autoridad esperando que los ciudadanos estemos "entre sueños": dormitando, a medio dormir.
¿Dónde están -por lo menos iniciadas- las nuevas autopistas, la ampliación y extensión de las avenidas, trazado de nuevas calles, ampliación y extensión de la red subterránea, remodelación y extensión de trenes urbanos y tantas otras obras ofrecidas por el -antes entusiasta y hoy beligerante- doctor Carlos Andrade Garín para la realización de los Juegos Panamericanos? Están durmiendo el sueño de los justos, en el mismo lugar en que se encuentra el proyecto del macrolibramiento y el del tren suburbano. Muchos de estos proyectos han pasado a mejor vida: al sueño eterno.
El diccionario de la Real Academia Española también registra una expresión coloquial -aplicable a lo que viene pasando en Jalisco- "el sueño de la liebre", se refiere a estar fingiendo, disimulando. Quizás es lo que ha sucedido con la atención de las necesidades y la solución de los problemas: se finge y se disimula.
Así son los sueños, los sueños jaliscienses.
rogelio_campos@yahoo.com
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