viernes, 21 de enero de 2011

Lavandería

México es receptáculo de grandes flujos de capital ilícito. Así lo demuestra el reporte publicado el pasado martes por Global Financial Integrity (GFI). Ahí se señala que los recursos ilícitos y provenientes de la corrupción -que ingresan y salen de México- ascienden a 46 mil 200 millones de dólares al año.

GFI es una organización no gubernamental con sede en Washington, DC. Realizó este estudio, que comprende del 2000 al 2008, con financiamiento de la Fundación Ford. México se encuentra en el tercer lugar de los 125 países estudiados, con economías emergentes.

Para darnos una idea de lo que esta suma representa, basta decir que supera en mil millones de dólares al Producto Interno Bruto (PIB) que generó Jalisco en el 2008, el último año estudiado por GFI.

El sector primario (actividades agrícolas) de todo el País debería tener un crecimiento del 50 por ciento para igualar la suma de los flujos ilícitos y de la corrupción. La suma anual de estos fondos equivale a 14 años de producción agrícola en Jalisco; con los flujos de un año se podría pagar el doble de las ventas anuales de energía eléctrica en el País.

La mejor referencia para darnos una idea de tan enorme cantidad la tenemos en las declaraciones del Presidente Calderón. Ayer, en el Estado de México, dijo que la economía del País puede resistir cualquier golpe porque las reservas internacionales la sostienen.

Hagamos un poco de memoria. En 1995, después del "error de diciembre", las reservas de México prácticamente se quedaron en cero, y después de 15 años se ha logrado acumular 116 mil millones de dólares. Esta -de por sí mayúscula- cifra cabe 3.5 veces en los flujos ilícitos que han ingresado a México en apenas nueve años (2000-2008).

Mientras las reservas del País crecen anualmente en 10 mil 500 millones de dólares en promedio, los flujos de capitales ilícitos lo hacen en 46 mil 200 millones en promedio.

Ahora, hagamos una comparación con un país de América del Sur. Los flujos ilícitos de México equivalen al 5.29 por ciento de nuestro PIB, mientras que en el caso brasileño equivalen solamente al 0.16 por ciento de su PIB.

Según GFI, se trata de recursos provenientes de las actividades de la delincuencia organizada, el lavado de dinero y los actos de corrupción de los funcionarios de Gobierno, "los cuales hacen caso omiso de sus responsabilidades o actúan en violación de ellas por algún beneficio personal... México es el único país exportador petrolero donde la manipulación de precios del comercio es el método preferido para la transferencia al exterior de fondos ilícitos".

El 26 de agosto del año pasado, el Presidente Calderón anunció la presentación de una serie de iniciativas para combatir el lavado de dinero. Debe ser un tema prioritario para el próximo periodo ordinario de sesiones del Congreso de la Unión, que inicia en 10 días.

Pero de poco servirá que se apruebe esta iniciativa si no reconocemos que este gigantesco flujo de recursos de procedencia ilícita tiene relación directa con las declaraciones que hizo Alicia Bárcena, secretaria ejecutiva de la Comisión Económica para América Latina (MURAL, 29/06/2010), cuando señaló que en México "hay un paraíso fiscal de facto". Se debe avanzar en una reforma fiscal que restrinja los flujos ilícitos.

Tampoco servirá de mucho la reforma propuesta por Calderón si no viene aparejada de reformas legales y acciones que combatan la corrupción entre autoridades y sociedad, que se materializa en áreas gubernamentales.

Según las palabras del Presidente Calderón, 116 mil millones de dólares -de reservas internacionales- son suficientes para proteger nuestra economía. Imaginemos lo que se puede hacer con los 416 mil millones que han ingresado y salido de nuestro País en apenas nueve años y que están en muy pocas manos.

Debemos abandonar nuestra condición de "país-lavandería" de recursos ilícitos. Para ello, sería conveniente contar con más estudios que nos señalen el destino de estos fondos, a dónde van a parar y en qué actividades se invierten primordialmente. Así sabremos el impacto que tendrá y a qué debemos renunciar -como sociedad- en nuestra vida diaria.

El estudio se puede consultar en www.gfip.org