viernes, 28 de octubre de 2011

Grito panamericano

El público es muy importante en una competencia deportiva: sus porras, arengas y expresiones de júbilo pueden ser un impulso adicional para los competidores. En ese sentido, los Juegos Panamericanos han sido una oportunidad de proyectar la imagen de la Ciudad sede, de sus tradiciones y también de su gente. En el caso de Guadalajara 2011, hay que reflexionar sobre las causas de algunas actitudes y escenas recurrentes que el público asistente ha proyectado al mundo.

La más reciente e importante competencia deportiva organizada por México -antes de estos Panamericanos- fue la Copa Mundial de Futbol (1986). Entonces el público entonaba alegremente el Cielito Lindo y también el "chiquitibum a la bim bom bam".

Años después, en el Mundial de Francia 1998, se pasó al ¡Sí se puede!, y de ahí, sin saber por qué ni cómo, pasamos a insultar a los adversarios. Entre el ¡Sí se puede! y los insultos -para el Mundial de Sudáfrica 2010- se nos dijo que era tiempo de pasar al ¡Ya se pudo!, pero... no se pudo.

Hace tiempo, en Guadalajara lamentablemente nació la ocurrencia de ofender al unísono al rival. Cuando el portero de futbol se dispone a despejar, la muchedumbre levanta los brazos, agita las manos y el estadio acústicamente se convierte en un panal de abejas, con un sonido en aumento "eeeeeeehhhh", y al momento de patear el balón viene la catarsis: "¡Puuuuuto!".

El ejemplo tapatío cundió y ahora es una insana costumbre en todos los estadios de México, y ha traspasado fronteras: el mismo grito se escucha en los estadios de Estados Unidos cuando juega el representativo nacional.

Juan Villoro ha dicho que "uno de los aspectos más importantes del futbol y cualquier deporte, es que sucede no sólo en la cancha, sino en la mente de los aficionados". Villoro lo decía cuando el grito de guerra era el ¡Sí se puede! También ha dicho que "si hubiera un mundial de públicos, México llegaría a la final". Sería interesante conocer su opinión a la luz de estas nuevas manifestaciones.

La expresión de marras no se quedó en el futbol profesional; se ha exportado al deporte amateur y penosamente se ha expresado también en estos Juegos Panamericanos. Los adversarios de los mexicanos han sido el blanco de una tribuna que "apoya" a los paisanos. Ha ocurrido en el futbol, pero también en el voleibol (de sala y de playa), en el tiro con arco y en la pelota vasca, donde un juez tuvo que llamar al orden a los aficionados, logrando solamente atenuar los gritos. Al final, el juez se quejó del comportamiento del público y dijo que podía haber detenido el juego en apego al reglamento.

La desafortunada expresión puede tener explicación en lo que escribió Octavio Paz en "El Laberinto de la Soledad", explicando las causas de humillar al otro con este tipo de palabras y la carga sociológica del albur, que tiene, en muchos casos, una connotación homosexual masculina, considerada con cierta indulgencia cuando se trata del agente activo.

Pero el grito de guerra de estos Juegos no distingue género. Cuando la selección femenil de futbol enfrentó a sus rivales ¡pasó lo mismo! Cada vez que la portera del equipo rival se preparaba para hacer el saque de meta, el estadio se transformaba en circo romano, el público se volvía turba, alzando los brazos y agitando las manos; el sonido -en aumento- de un enjambre "eeeeeeehhh", y justo al momento de patear el balón el espantoso grito: "¡puuuuta!" Así, una y otra vez.

No ha sido el grito de una persona, tampoco de una porra o de un sector del público; tampoco se ha dado como reacción a una dura entrada sobre el rival o a una injusticia arbitral. Hemos cruzado fronteras y ha sido un grito sistemático y de gratis, un "regalo" del público -en su mayoría tapatío- a los deportistas de alto rendimiento que enfrentan a nuestros compatriotas. Ofender por el mero gusto de hacerlo en forma colectiva.

El escritor uruguayo Eduardo Galeano dijo que "la violencia ofende al futbol como el borracho ofende al vino". La frase es aplicable para todos los deportes. Debemos tomar acciones urgentes para desterrar esta moda y reflexionar, ¡ya!, sobre las causas de tan desafortunadas expresiones.


rogelio_campos@yahoo.com

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