viernes, 12 de octubre de 2012

Tiempo dilapidado


El 1 de julio se desarrolló la jornada electoral en la que resultó triunfador Enrique Peña Nieto. Desde ese día hasta el 1 de diciembre, fecha en que tome posesión del cargo, habrán pasado 152 días.

Esos cinco meses no son más que una larga despedida para el Mandatario saliente y una larga espera para el entrante. El enorme plazo resulta injustificado y contrasta con los que se tienen establecidos en otros países.

En la Unión Americana, Barack Obama resultó triunfador el 4 de noviembre de 2008, y 77 días después asumía la Presidencia de los Estados Unidos de América. Prácticamente la mitad del tiempo que nos llevará en México.

En Brasil, Dilma Rousseff ganó -en segunda vuelta- el 31 de octubre del 2010, y el 1 de enero del 2011 tomaba las riendas de ese país. Transcurrieron 61 días entre la jornada electoral decisiva y el inicio de su gestión.

En España, Mariano Rajoy triunfó en las elecciones del 20 de noviembre del 2011, y 31 días después tomó posesión del cargo. Si los 31 días de España nos parecen pocos, el caso de Francia todavía es más drástico. Francois Hollande ganó -en segunda vuelta- el 6 de mayo del presente año, y nueve días después ya despachaba como Presidente de la República Francesa.

No hay razón para que en México transcurran cinco meses entre la elección y el inicio del nuevo Gobierno. Lo único que se produce es un vacío de poder: en esos meses, ni el que ya se va ni el que está por llegar ejercen a plenitud sus facultades.

Parecería que lo importante son las campañas políticas. Tan es así que sí se reformó el marco legal para reducir su duración pero, contrario a otros países, hemos desdeñado la importancia de reducir el plazo entre la elección y el inicio de un nuevo Gobierno. Para nuestro calendario electoral no es importante el tiempo: no nos preocupa que el nuevo Presidente asuma a la brevedad.

Regalamos cinco meses para que el Presidente saliente arme su despedida y emprenda -antes de irse- la gira del adiós, en la que corta listones inaugurales y hace una apología de su Administración. Mientras esto ocurre, hay que asignar un presupuesto para que el que viene se entretenga -también- en giras y actos "preparatorios". Hollande, 152 días después de la elección, ya llevaba casi cinco meses despachando.

Si los cinco meses que transcurren entre la elección presidencial y la toma de protesta parecen demasiados, el caso de Jalisco es peor: entre la jornada electoral y el inicio de la nueva Administración transcurren ¡ocho meses!

Para darnos una idea de la desproporción, comparémoslo con Texas, en la Unión Americana. Rick Perry fue reelecto como Gobernador de ese Estado el 2 de noviembre de 2010, y 77 días después iniciaba su nuevo periodo.

Si la elección de Texas fuera el mismo día que en Jalisco, 242 días después el Mandatario jalisciense apenas iniciaría, mientras que su homólogo texano ya llevaría cinco meses y medio de ejercicio gubernamental.

En Jalisco, antes no transcurría tanto tiempo entre la elección y la llegada del nuevo Gobernador. Las elecciones eran en noviembre y la toma de protesta en marzo, pero se decidió hacer elecciones simultáneas: elegir autoridades locales y federales el mismo día.

Entonces se argumentó el ahorro electoral, situación que finalmente no sucedió: no sólo no se ahorraron recursos, sino que ahora se gasta en elecciones mucho más que antes. En todo caso, quisimos ahorrar centavos, pero descuidamos los pesos, ya que dilapidamos un recurso invaluable como lo es el tiempo efectivo de Gobierno.

En los partidos de futbol se lleva el registro del tiempo efectivamente jugado: se descuenta el tiempo en el que el balón no está en la cancha. Haciendo una analogía, los ocho meses que transcurren en Jalisco entre la elección y la toma de protesta no sería tiempo efectivo de juego, en este caso de Gobierno.

Es necesario que se reforme el marco legal para reducir el tiempo que transcurre entre la elección y el inicio de la Administración que fue votada en las urnas. Para exigir esa reforma, es necesario que tomemos muy en serio que el tiempo es un recurso escaso y que no podemos darnos el lujo de dilapidarlo.

rogelio_campos@yahoo.com
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