sábado, 5 de mayo de 2007

Misterio de fe

Esta semana el Presidente puso en marcha el Apoyo a los Adultos Mayores de 70 y Más, programa impulsado en el Congreso por el Frente Amplio Progresista, con antecedente en la pensión que empezó a entregarse en el Distrito Federal a iniciativa de Andrés Manuel López Obrador. Se trata de dar 500 pesos mensuales a los mayores de 70 años que viven en comunidades de menos de 2 mil 500 personas. El Presidente puntualizó: "Esto no lo tomen, no es una dádiva, no es una caridad, es un reconocimiento a lo que ustedes han hecho, a lo que han aportado de darle la vida a sus hijos, de educarlos, de criarlos, de enseñarles a ser hombres y mujeres de bien". En la página Web de la Presidencia podrá advertir que no solamente Calderón, sino todos los participantes en los eventos realizados en Campeche y Veracruz, evitaron utilizar la palabra subsidio. Resulta extraño, ya que ése es el término correcto de lo que se está entregando.

En Colombia estos programas son llamados por su nombre: subsidio. Los colombianos también son gobernados por un partido conservador, sin embargo, no tienen el prurito de no llamar a las cosas por su nombre. Es el mismo caso del Gobierno panista de Yucatán, que tiene estas políticas bajo el nombre correcto: subsidio. Cabe apuntar que en Colombia el beneficio es para los mayores de 65 años. Tienen una derecha más generosa que amplía en cinco años el "reconocimiento".

Los esfuerzos por no llamar a las cosas por su nombre introducen al Presidente en un laberinto semántico. Felipe Calderón hace malabarismos con el lenguaje para no invocar la palabra satanizada, maldita. No es para menos: ha sido demasiado el esfuerzo y los recursos invertidos para convencer a los mexicanos de la naturaleza malsana de los subsidios y de la santidad y veneración al nuevo Dios, el Mercado, que -no podía ser de otra manera- es omnipresente y omnipotente.

Estoy seguro que para los beneficiados, la ayuda que recibirán es importante. No sé si les importe el nombre o "el reconocimiento". Tampoco sé si todos los beneficiarios enseñaron a sus hijos a ser hombres y mujeres de bien, o si los criaron y educaron bien, que son algunas de las supuestas razones del "reconocimiento". Supongo que por más que "reconozcamos" a otros mexicanos, poco les puede importar o valer si no va acompañado de una ayuda económica.

Independientemente de lo anterior, vale la pena tomarle la palabra al Presidente, ya que abrió una rendija para volver a discutir el tema. Si quiere llamar reconocimiento al subsidio, da igual, sabemos que nos estamos refiriendo a lo mismo. En las siguientes líneas donde diga "reconozcamos" puede usted sustituirlo por "subsidiemos".

Reconozcamos a los niños de la calle y a los que viven cotidianamente el infierno, y a los que no creen en la benevolencia o no son escuchados por el dios del mercado. Reconozcamos a todos aquellos, incluidos los viejitos, que no tienen para los alimentos y las medicinas. Reconozcamos a las madres que tienen que trabajar y que no pueden estar pendientes, en la medida que quisieran, de que sus hijos sean hombres y mujeres de bien. Reconozcamos "como héroes" a nuestros agricultores que fueron aplastados al librar una guerra, por demás desigual, con sus pares de la Unión Americana y Europa, que son subsidiados (o reconocidos) de manera generosa.

Reconozcamos a nuestros bosques, lagos, litorales y ríos que son depredados y entregados en ofrenda al mercado, deidad voraz que además se alimenta del bienestar de los obreros, campesinos y clasemedieros, al grado de indigestión "forbesiana", para luego bendecirnos con la tibieza de su vómito que apesta a migración, desempleo, estancamiento, analfabetismo, inseguridad, falta de competitividad, improductividad, bajos salarios, economía monopolizada y contaminación.

¿Lo anterior es herejía? Sí, para el "Dios Mercado", pero no mayor a la practicada en países desarrollados a los cuales aspiramos (¿todavía?) a parecernos. Este tipo de subvenciones, ayudas, subsidios o reconocimientos -llámelos como quiera- son los que se dan en la Unión Americana, donde además se otorga el seguro de desempleo, y en Europa, donde ahora mismo se juega una importante presidencia con el debate centrado en temas como consolidar la jornada laboral de 35 horas semanales.

Nuestra nueva religión establece, entre otros, los siguientes mandamientos: bienestar de la macroeconomía; eliminar la deuda externa; finanzas públicas sanas; eliminar el déficit fiscal; no subsidiar, mucho menos al campo; abrir la economía eliminando los aranceles.

Suiza es uno de los muchos países desarrollados que no cree en esta religión. A pesar de ser el número uno en competitividad, enfrenta serios problemas en macroeconomía. Por su nivel de deuda externa ocupa el lugar 61 de 125 economías evaluadas; está en el sitio 54 por su déficit financiero gubernamental, mismo que no deja de crecer; su agricultura es subsidiada al grado de ocupar el lugar 111, donde el número uno es el que tiene mayor nivel de "Eficiencia de Mercado"; por si fuera poco, ocupa el lugar 85 por la existencia de barreras arancelarias al comercio, donde el número uno es el que tiene menos barreras de este tipo.

Resulta un misterio que países con alto desarrollo y nivel de vida atenten de esa forma contra los principios sacrosantos que nos rigen y guían a los mexicanos. También resulta extraño que si un día llegamos a ser como esos países, sería a cambio de hacer lo contrario a lo que ellos ahora practican. Más extraño aún, que cuando seamos como ellos, terminemos haciendo lo que ahora satanizamos. Todo un misterio... un misterio de fe.


rogelio_campos@yahoo.com