Primera de dos partes
"Al perro flaco se le cargan todas las pulgas", decimos en México; sería la adaptación de la expresión española "A perro flaco todo son pulgas". Ambas reflejan con claridad y dramatismo la situación por la que atraviesa el PRD.
Los costos que pagará este partido serán tan altos como condenables las prácticas que se han denunciado. No hay excusa ni justificación que alcance para tan bochornoso espectáculo. Ni siquiera existen en boca de los dirigentes, contendientes o protagonistas. Lo que aflora es una serie de recriminaciones que cimbran a ese partido y reflejan la fragilidad y la falta de señorío y de cohesión de la izquierda liberal mexicana.
Lo anterior es tan cierto como que las prácticas denunciadas no son exclusivas del PRD y tampoco son necesariamente las peores entre las que han desplegado otros partidos. Estos factores no son ni pueden ser justificantes. Los pormenores de este proceso electoral confirmarán y profundizarán en la imagen de un partido premoderno, anárquico, violento y peligroso, integrado por hordas, tribus y confederaciones de tribus. Las preguntas a responder son ¿por qué otros partidos son inmunes frente a situaciones similares y por qué el PRD pagará (como sucederá) costos más altos? No es, ni puede ser justificante. Es una interrogante que merece respuesta.
Empecemos por los dos ejemplos más recientes del PRI: El proceso para elegir candidato presidencial en 2005, inicialmente Madrazo vs. Montiel. Una similitud con el proceso perredista es la acusación al presidente del partido de favorecer a uno de los contendientes. En el caso del PRD se acusa a Cota de favorecer a Encinas. En el PRI, Madrazo dejó la presidencia (a Mariano Palacios) para ser candidato y fue acusado de dejar en todos los puestos clave a personas de su confianza que operaban en su favor.
Quizás la diferencia más importante entre ambos procesos radique en el equilibrio de fuerzas entre los contendientes. Mientras en el PRD se enfrentaban dos pesos completos (Encinas vs. Ortega) y un puñado de desconocidos, aquella elección priista terminó enfrentando a un peso completo (Madrazo) contra un sparring-patiño, un candidato de paja (Everardo Moreno). El otro peso completo (Montiel) había sido descarrilado al publicarse sus tan lujosas como inexplicables propiedades. Lo anterior permitió a Madrazo obtener un 90 por ciento de la votación. Si Ortega o Encinas tuvieran las propiedades de Montiel, podrían haber sido ventaneados y descarrilados; uno de los dos habría llegado a enfrentarse contra "la morralla" y obtener una diferencia monumental. No fue así. Mala suerte para ellos.
Otra diferencia de consideración es el tipo de elección. En el caso del PRI la elección fue abierta a la ciudadanía y en el proceso perredista fue abierta sólo a la militancia. El PRI demuestra no tener un padrón, aunque el que tiene el PRD de nada bueno sirve, pues está inflado y no está actualizado. Para lo que sí sirvió fue para abrir el frente de ataque interno de las afiliaciones masivas. Este argumento se da en todos los partidos que presumen de tener padrón de militantes. Lo patético en el caso del PRD es que con todo y las acusaciones mutuas de afiliaciones masivas, la participación porcentual del padrón es exigua. Sin afiliaciones masivas o de último momento la participación habría sido aún menor.
Algunos dirán que los casos no son comparables, en el tema priista se trataba de la elección de un candidato presidencial, y en el perredista se trata de la elección de dirigentes del partido. Lo que es más, en 2005 el PRD no eligió propiamente candidato. AMLO se apropió de la candidatura, como Fox lo hizo en 1999. Del PAN nos ocuparemos la próxima semana. Lo que se demuestra es que las capacidades de los partidos y los incentivos privilegian las decisiones cupulares sobre las elecciones abiertas a la militancia o a la ciudadanía.
Continuando con la comparación, acudiremos a la elección priista para elegir a su presidente nacional. El caso más reciente es el de Beatriz Paredes vs. Enrique Jackson (y quién sabe cuántos candidatos-morralla). Son varias las diferencias con el proceso perredista para elegir dirigentes: los perredistas eligieron consejeros y presidentes locales y fue un proceso más amplio. Los priistas solamente escogieron la fórmula presidente-secretario general. Los perredistas lo abrieron a la militancia, cosa que no hicieron en 2005 con su candidato presidencial. Los priistas aprendieron la lección de abrir los procesos, y en esta ocasión decidieron cerrarlo a sus consejeros. Por su parte, los perredistas no fueron señalados por hacer una campaña millonaria. En el caso de la elección priista, no obstante ser únicamente para consejeros, hubo hasta spots en horario AAA nacional e incluso se acusó de ser parte del arreglo entre un coordinador parlamentario con empresas televisoras. La elección perredista coincide con la negativa al IFE, por parte de las televisoras, a transmitir los spots de los partidos. Uno de los anuncios era del PRD e invitaba a participar en su jornada electoral.
En estos momentos el "perro más flaco" de moda es el PRD. Parece imposible que logre desterrar las prácticas de las que ha hecho gala en la última semana. Resulta más lógico pensar que, para quitarse la imagen de violentos, acudirán con los expertos que habrían asesorado a los distinguidos priistas que mataron a palos a un anciano en la víspera de la jornada electoral de Oaxaca en 2004 y que no solamente salieron libres por falta de pruebas, sino que se regodeaban con su candidato presidencial en 2006. También pueden acudir, para quitarse la imagen de mañosos y tramposos, con los asesores del Gobernador de Puebla, que no solamente libró el lío legal y mediático, sino que hace cuatro meses se llevó carro completo para su partido.
rogelio_campos@yahoo.com