El fin de año se acerca y es tiempo de hacer un recuento.
Las manifestaciones sociales no están exentas del escrutinio y cabe preguntarnos sobre un tema del que nadie se acuerda: ¿qué pasó con el voto nulo y con sus promotores? El movimiento se desvaneció apenas pasó la jornada electoral. El voto nulo fracasó por falta de consistencia y de estrategia.
La campaña careció de consistencia. El momento apropiado para lanzarla no era en pleno proceso electoral. Debió convocarse apenas concluyó el anterior, del 2006. Los tiempos de lanzamiento no ajustaron para socializar un mensaje consistente y se prestó para suspicacias. Los protagonistas genuinos se confundieron con quienes en el pasado fueron beneficiados por las prácticas que condenaban.
Una vez concluido el proceso electoral del 2009, los líderes abandonaron el escenario. Están perdiendo el más valioso de los recursos para volver a intentarlo en el 2012: el tiempo. Su inacción postelectoral abona a las suspicacias, o por lo menos refrenda un patrón de comportamiento que daña tanto a la política como las prácticas que condenan. La "política de temporada" no enriquece nuestra vida política ni genera resultados.
Para desarrollar condición física no basta con salir a hacer ejercicio los fines de semana o en vacaciones; lo mismo ocurre con la política. En el caso de Jalisco, los ciudadanos que se convierten en políticos de ocasión enfocan sus baterías -por períodos breves- en temas específicos. Se ponen sus pants y tenis en los momentos de renovación de órganos constitucionales autónomos y ponen su empeño para criticar los relevos, pero no hacen nada hasta la siguinte renovación.
El movimiento careció de estrategia. En México resulta sumamente complicado articular una corriente social. Las dificultades han sido construidas durante décadas: se quitó la materia de Civismo de los programas escolares; se denigró la política y se le atribuyó ser la causa de todos los males posibles; se creyó que con la llegada de la alternancia iban a desaparecer los problemas por arte de magia; se privilegia el individualismo, etcétera. Mientras no se reviertan estas medidas e ideas colectivas será muy difícil poder articular un movimiento social.
No obstante lo anterior, la tendencia tuvo eco en columnas de editorialistas e intelectuales. El problema es que nuestra población -en su mayoría- no lee los periódicos. También se utilizó el Internet. El problema es que la mayoría no tiene acceso a la red de redes.
No obstante lo anterior, el mensaje llegó a millones de destinatarios, pero se enfrentó a las razones de peso de muchos para sí votar: no dejar llegar al partido que rechazan, castigar al partido que había incumplido lo ofrecido; además de las razones que se engloban en el voto duro de los partidos. Ahí se estrelló el mensaje.
Así se explican los resultados de una campaña que generó expectativas en pequeños círculos. Nacionalmente, el voto nulo alcanzó un 5.07 por ciento. El máximo histórico es de 4.83 por ciento y el promedio -desde la creación del IFE- es de 3.27 por ciento. En el mejor de los casos se tuvo un logro de 1.8 puntos.
En Jalisco, el logro de los promotores fue mayor. El promedio reciente -en elecciones intermedias- arroja un 2.28 por ciento, con un máximo de 2.48. En 2009 se observa un salto importante para llegar al 4.54 por ciento: un logro del 2.06 por ciento con respecto a la elección intermedia inmediata anterior.
Pero el relativo éxito del caso jalisciense arroja datos por demás interesantes. El Distrito que registró menor porcentaje de votos nulos es el 1, con 2.63 por ciento; mientras que el de mayor porcentaje es el 10, con 10.15 por ciento. El Distrito 1 es el más marginado del Estado, mientras que el 10 es el que tiene mayor poder adquisitivo y, por consecuencia, de indicadores de bienestar. Podemos apuntar que hay una relación entre grado de bienestar y proclividad al voto nulo.
No es difícil imaginar que los promotores del voto nulo habitan -en su mayoría- en los distritos con mayor porcentaje de voto nulo. Su mensaje y sus estrategias fueron -involuntariamente- influenciadas, diseñadas y articuladas por y para ese entorno. Eso explicaría en gran parte el fracaso del voto nulo: su divorcio con la realidad de las mayorías.
rogelio_campos@yahoo.com