Los retazos de las vestiduras volaron sin ton ni son. La Reforma Electoral aprobada por el Senado nos ha permitido ver uno de los espectáculos cumbre del fariseísmo. Los concesionarios de los medios electrónicos y sus empleados pusieron el grito en el cielo. A su juicio, el Senado atentó contra la libertad de expresión: denunciaron que vivimos bajo una partidocracia y hasta pidieron someter la reforma a referéndum.
Con la reforma, los partidos políticos no podrán contratar espacios publicitarios por su cuenta. Las ventajas que esta medida traerá son importantes. El IFE destinará menos tiempo en los procesos de fiscalización y se estará ahorrando la revisión y cotejo de facturas. Se eliminará el trato discrecional en las tarifas, que constituía un elemento de inequidad casi nunca mencionado en los programas televisivos de análisis político.ç
Llama la atención que los concesionarios de los medios electrónicos ahora se rasguen las vestiduras, cuando ellos establecieron la política comercial de "según el sapo es la pedrada"; esto es, si un partido compra mucho le dan más barato, si compra poco, más caro. Recordemos que son los mismos que han ignorado olímpicamente el contenido del artículo 48 del Código Federal de Instituciones y Procedimientos Electorales, que establece que las tarifas de campañas no deben ser superiores a las de publicidad comercial. En realidad, las tarifas de campaña son más caras que las comerciales. Los concesionarios se han pasado por el arco del triunfo la ley, con la complacencia de los integrantes del Consejo general del IFE (de éste, y de los anteriores).
Inclusive, en foros públicos los consejeros han defendido el hecho de que este precepto se vulnere. Vivimos en un país de instituciones y leyes (eso dicen)... siempre y cuando no se vulneren los privilegios, en este caso, de quienes reciben carretadas de dinero del erario vía los partidos políticos, y que son los mismos que critican el gasto de sumas millonarias. Son los mismos que magnifican el descrédito de los políticos y de los partidos, sin reparar que los bajos niveles de aceptación en parte se deben a las prácticas de las cuales son partícipes. Son los mismos que no transparentan los ingresos provenientes de los partidos ni de sus patrocinadores, y luego reclaman transparencia. Les conviene tener partidos y políticos débiles, pues requerirán en algún momento del auxilio de la videocracia, y es ahí cuando se puede pactar con todos, no importando el color.
En su reciente gira por la India, el Presidente Calderón dijo querer imitar el crecimiento económico de aquel país. Haríamos bien en imitar lo que en otros países está funcionando y en abandonar las prácticas que nos han llevado al lugar en el que estamos. En el caso de los spots, por qué no se dice que en Argentina la ley establece espacios en los medios de radiodifusión: 50 por ciento por igual entre todos los partidos y 50 por ciento restante en forma proporcional. Tampoco se dice que en Chile la ley establece que para las elecciones conjuntas de Presidente de la República y de diputados y senadores, los canales de televisión destinarán gratuitamente 40 minutos diarios a propaganda electoral, que se distribuirán en 20 minutos para la elección de Presidente y 20 para la elección de diputados y senadores.
Ni hablar de aquellos países desarrollados en donde los spots políticos ni siquiera existen. En esos países nadie se rasga las vestiduras por esta reglamentación, y a primera vista no tienen muchas cosas qué envidiar de la democracia mexicana. Llegar a esos niveles implica tener una sociedad más politizada, situación totalmente contraria a la que vivimos. Aquí nos hemos dedicado con singular alegría a despolitizar a la sociedad, y por eso el spot ha sido la única forma eficaz de llegar al gran electorado. Hasta el IFE ha caído en esa tentación (no solamente los actuales consejeros) renunciando a una de las funciones sustantivas que le manda el marco legal: la educación cívica. Lejos de tener un ambicioso programa en esta materia, se limita a difundir spots insulsos, vacíos.
Una sociedad despolitizada es terreno fértil para que las verdades a medias parezcan sentencias bíblicas. Esto explica que algunos pretendan tomarle el pelo a la ciudadanía. Dicen que es monstruoso remover a los consejeros, pero no dicen que en otras ocasiones se ha hecho lo mismo y que los nuevos han salido en hombros. Algunos que dicen esto han sido favorecidos por las remociones y llegado a ocupar los lugares que dejaron, sin drama, quienes fueron removidos. A los ojos de estos intelectuales, es mejor que los consejeros sean el resultado del consenso de dos partidos, como es actualmente, que de los tres principales, como aparentemente sucederá.
En una sociedad despolitizada la clase empresarial, que a su vez es aportante de campañas políticas, se asume con la mayor autoridad moral y se expresa acerca de temas democráticos, de transparencia y rendición de cuentas, sin saber bien a bien con qué se comen, y dando ejemplo, en muchísimos casos, de las peores prácticas en sus empresas y cámaras empresariales. Son los que se quejan de que el Constituyente Permanente les quite los privilegios que les dio unilateralmente, en corto y en lo oscurito, el titular del Ejecutivo (Vicente Fox).
Quienes piden referéndum (que no está en la ley), son los mismos que hace un año argumentaban que no se podía contar voto por voto, por no estar en la legislación. Los que hoy comparan a los partidos políticos (entidades de interés público) con camarillas o mafias; los que denuestan a los senadores, cuestionan las determinaciones de las instituciones democráticas y presionarán a los legisladores locales para no aprobar la reforma: son los mismos que habían venido defendiendo las instituciones. Todo esto es posible por la magia de la televisión.