El 11 de junio del 2007, cuando Felipe Calderón clausuró la Octava Asamblea del Consejo Mexicano de Comercio Exterior, pronunció un discurso (se puede consultar en la página web de la Presidencia de la República) con la marca de la casa: triunfalista y sesgado. El discurso carece de autocrítica, acude a cifras que muestran que nuestro País está en un buen lugar en materia de comercio mundial o aquellas que indicarían un crecimiento importante de nuestros intercambios comerciales. Por supuesto que arenga a que "vamos a ser los mejores" y otras frases que recuerdan el grito futbolero de ¡sí se puede!
El discurso presidencial se impacta con la realidad. El Foro Económico Mundial (WEF) publicó recientemente la versión 2008 del Global Enabling Trade Report 2008, que pretende medir los factores, políticas y los servicios que permiten el libre comercio. Nuestro País queda situado en una posición lamentable. De 118 países evaluados, México ocupa el lugar 65, por debajo de Chile, Costa Rica, Panamá, Guatemala, El Salvador, República Dominicana y Honduras, por mencionar únicamente los países que se encuentran al sur de México.
Nuestras autoridades se aferran únicamente al manejo mañoso de las cifras que favorecen la construcción de una percepción falsa. Al hacerlo engañan a la sociedad. No descarto la posibilidad de que el Gobierno llegue al autoengaño, a creérsela. Llama la atención la ausencia de crítica de los entes involucrados en el entramado de la actividad comercial de nuestro País con el resto del mundo. Resulta alarmante la ausencia de espacios que señalen la debilidad de los argumentos que nos pretenden convencer de una falsa fortaleza de nuestro país en este y otros rubros.
Afortunadamente, hoy se cuenta con estudios desarrollados con metodología. Desafortunadamente, otra vez tienen que venir de fuera. Todavía más desafortunado, lamentable que no sean difundidos, mucho menos atendidos. Los países son evaluados en una serie de factores que arrojan resultados numéricos. Los números son fríos, mucho más que las palabras de aliento presidencial. En el caso de México, más que fríos resultan escalofriantes.
El estudio del WEF atiende varios aspectos. De los 118 países evaluados, México obtiene sitios vergonzosos: acceso al mercado (65), barreras arancelarias y no arancelarias (95), administración de fronteras (65), eficiencia y administración de aduanas (63), eficiencia de procedimientos de importación y exportación (76), transparencia de la administración de aduanas (57), infraestructura de comunicaciones y transportes (67), cobertura y calidad de la infraestructura de transporte (87), entorno para los negocios (86), seguridad (105).
En varias ocasiones escuchamos a nuestros maestros decir: "yo no te voy a reprobar, te va a reprobar la vida". La frase refleja una falta de rigor en nuestros sistemas de evaluación y una condescendencia con la falta de dedicación. Esa frase escolar es aplicable en diversos ámbitos de nuestra vida nacional. Ante la falta de aplicación de las instancias gubernamentales para generar un entorno adecuado, en este caso para el comercio mundial, no hay instancia que se atreva a reprobarlas, pero sí las hay para encontrar condescendencia, autocomplacencia.
No solamente se advierte ausencia de rigor en la evaluación interna de las condiciones del país; tampoco existen los parámetros internos de evaluación. Por eso resulta fácil acudir a los lugares comunes: "nuestras exportaciones han crecido 300 por ciento", "México aspira a convertirse en el principal receptor de inversión extranjera directa". Por eso también resulta natural creer esas frases facilonas.
Mientras nos alejamos de las evaluaciones y con ello de la sujeción a las mismas, nos autoengañamos, nos damos una calificación aprobatoria y pareciera que nos decimos "ahí la llevamos". Al mismo tiempo, la vida nos reprueba: organismos como el WEF construyen metodologías, observan comportamientos, aplican encuestas, alimentan sus bases de datos y otorgan calificaciones. En este ejercicio están involucrados académicos de Harvard, la ONU, Asociación de Transporte Aéreo Internacional, el Banco Mundial, por sólo mencionar algunos.
Los discursos con alto contenido motivacional chocan estruendosamente con esas evaluaciones. Las palabras se someten al reino de los números. La fantasía colectiva construida en torno al discurso presidencial se esfuma, se desvanece.
Ante esta situación solamente quedan dos opciones. La primera es que convenzamos a los del WEF (y a los importantes organismos involucrados en esta evaluación) de no ser tan rigurosos, tan quisquillosos e invitarlos a dejar ese tono tan alarmista y pesimista con el que abordan los temas. Felipe Calderón podría visitarlos y convencerlos de que cambien su forma de evaluar. Si se planta frente a ellos y les habla con el mismo tono de su famoso ¡YA BASTA! es posible que les transmita su optimismo. En esta opción, quizás cambien su forma de evaluar con números y adopten otra que tenga que ver con el optimismo presidencial, con el silencio de los dirigentes empresariales y con la complacencia de la sociedad.
La segunda opción es que veamos los rubros que se están evaluando (barreras arancelarias, aduanas, transparencia, infraestructura, transporte, comunicaciones y seguridad) y nos pongamos a invertir recursos suficientes y a exigir resultados a la autoridad.
Como están las cosas, es más factible que tenga éxito la primera de las opciones. Seguiremos escuchando palabras bonitas... nos seguirán reprobando los números.
rogelio_campos@yahoo.com