sábado, 12 de mayo de 2007

Ni en el limbo

Los operativos contra el narcotráfico, que se han convertido en el principal factor de apoyo popular al Gobierno de Calderón, se están llevando a cabo en Estados Gobernados por el PRI y por el PRD

Desde su nacimiento, el curso del PRI se guió bajo la teoría del péndulo. No son pocos los estudiosos que atribuyen a esta capacidad de adaptación la permanencia del partido en el poder hasta el año 2000. En esta misma teoría podría encontrarse la causa de su debacle. El PRI habría perdido en los años ochenta su capacidad de oscilar. Quizás eso explique que, como parte de su estrategia proselitista por conquistar la presidencia del PRI, Beatriz Paredes se comprometió a mover a su partido hacia la izquierda.

Hasta principios de los 80, la cualidad de mimetizarse permitió al PRI, dependiendo de la época, presentarse tanto como de izquierda, como de centro izquierda, centro e incluso centro derecha. Estas posturas se asumían abiertamente y hasta de manera orgullosa. La dinámica oscilante le impedía estacionarse por más de dos sexenios en un sitio fijo del espectro ideológico. En un "mundo lento" el PRI se movía con aceptable agilidad.

En los 80 el péndulo se inclinó a la derecha; no era algo inédito, pero sí la primera vez que no se asumía abiertamente. El orgullo por el rumbo marcado estaba ausente. En ese momento, justo cuando aumentaba estrepitosamente la dinámica mundial, el péndulo priista se detuvo y dejó al tricolor donde se encuentra actualmente: en la derecha.

El PAN se convirtió en el gran aliado para impulsar las "grandes reformas", y el deslinde con la izquierda llegó al extremo de "no ser vista ni oída". Algunas expresiones panistas reflejaban sorpresa por las propuestas del PRI: "nos robaron nuestras propuestas", decía el "Jefe Diego". Más que negociar, el PAN se dedicó a consentir y a consentirse.

El PRI fue perdiendo su identidad. Su discurso perdía actualidad, fuerza y sobre todo coherencia con las acciones de sus gobernantes. Al tiempo que el partido cuasitotalitario dejaba de serlo, PAN y PRD empezaron a ganar posiciones; la izquierda y la derecha se fortalecían.

Así, el PRI se quedó en la nada, que no es lo mismo que el centro. En la polarización que vive la sociedad mexicana, el centro ya no es rentable. De ahí que Beatriz Paredes haya ofrecido mover al PRI a la izquierda. Sin embargo, las posibilidades de que esto ocurra no son altas, o por lo menos la población no lo percibe así.

En una encuesta levantada en marzo por Parametría, el 36 por ciento de los mexicanos perciben que el PRI tiene más cosas en común con el PAN; 16 por ciento considera que tiene más cosas en común con el PRD, y 34 por ciento dice que con ninguno. Para los mexicanos el PRI es un partido de derecha.

Como consecuencia de esta crisis de identidad, el PRI enfrenta además una crisis de credibilidad. El mismo estudio preguntó a los mexicanos si creían que este partido podría recuperar la confianza de los ciudadanos. El 48 por ciento manifestó que no será posible, mientras que el 35 por ciento contestó afirmativamente.

El escenario se complica aún más si consideramos otros factores. El PRI no se encuentra cohesionado, y cuenta al menos con cuatro dirigencias: la formal (que hasta el momento ha sido invisible), la del grupo de diputados en el Congreso de la Unión, la del grupo de senadores y la de los Gobernadores.

Además, los que se consideraron pilares del PRI se han ido desmoronando. Cada vez pesan más los sindicatos independientes, la CTM no reporta signos de vida y la CNC tendría que abrir oficinas en la Unión Americana, donde se encuentran sus potenciales afiliados. Otro elemento de peso lo encontramos en las alianzas de coyuntura, donde el PRI ha decidido hacer mayoría con el PAN en votaciones legislativas, siendo el blanquiazul el que tiene el potencial para vender como propios dichos logros.

Por si lo anterior fuera poco, los operativos contra el narcotráfico, que se han convertido en el principal factor de apoyo popular al Gobierno de Calderón, se están llevando a cabo en Estados Gobernados por el PRI y por el PRD. La excepción es Baja California, donde el Gobierno federal ha sido muy cuidadoso de publicitarlo con un operativo en una sola ciudad, que por cierto, es Gobernada por el PRI: Tijuana. Llegado el momento de los comicios locales, los electores podrán leer entre líneas que el problema del narcotráfico no es tan grave en los Estados gobernados por Acción Nacional.

Son muchos los motivos que llevan a afirmar que actualmente el PRI está en el limbo. Y hasta eso le han quitado: recientemente el Papa Benedicto XVI estableció que el limbo no existe. Ni ese lugar les dejó.


rogelio_campos@yahoo.com