viernes, 15 de octubre de 2010

A la antigüita

Tenemos un Gobernador "a la antigüita". El viernes pasado, en la Cumbre Iberoamericana de la Familia, ponderó el modelo tradicional de familia y manifestó su repugnancia ante la unión de dos personas del mismo sexo: "Uno es a la antigüita... a lo otro todavía no le he perdido el asquito".

No pasó mucho tiempo para que le exigieran una disculpa, pero salió peor el remedio que la enfermedad. Si los dichos del Gobernador son lamentables, la respuesta que envió a la Comisión Estatal de Derechos Humanos evidencia su ignorancia en materias como derechos humanos, Estado de Derecho, democracia y tolerancia.

El Gobernador respondió que defiende el derecho a expresar libremente ideas y convicciones, tanto propias como de otros; que respeta con tolerancia a quienes no piensan igual que él; y ratifica su convicción y compromiso, evidenciado en acciones para construir una sociedad tolerante y democrática, respetuosa de las libertades individuales.

Por si el contenido de la carta no fuera suficiente, el miércoles -en las instalaciones del CRIT- agregó: "Yo digo lo que creo porque hay libertad de pensamiento en este País y hay libertad de expresión y, respetando siempre a todos, también tengo libertades".

Emilio, al parecer, ignora que la Constitución de Jalisco reconoce como derechos de los individuos los enunciados en la Constitución federal, los contenidos en la Declaración Universal de los Derechos Humanos proclamada por la ONU, y en los tratados, convenciones o acuerdos internacionales que el Gobierno federal haya firmado.

No sería extraño que Emilio también ignorara que la Declaración de los Derechos Humanos de la ONU proclama que "Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros". Emilio ni reconoce la dignidad de todas las personas, ya que hace distingos, ni se comporta fraternalmente.

La Declaración también señala: "Toda persona tiene todos los derechos y libertades sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier otra índole... todos son iguales ante la ley y tienen, sin distinción, derecho a igual protección de la ley. Todos tienen derecho a igual protección contra toda discriminación que infrinja esta Declaración y contra toda provocación a tal discriminación". Pues bien, los dichos de Emilio discriminan y provocan discriminación.

Efectivamente, los artículos 18 y 19 de la Declaración establecen las libertades de pensamiento y de expresión, que son en las que Emilio pretende ampararse. El problema es que el Gobernador, al parecer, cree que las libertades que él ejerce son absolutas.

No: las libertades, como el poder, no son absolutas. Las libertades de pensamiento y de expresión tienen límites. Es lógico que Emilio no tenga idea de que esto es así, y eso explicaría los momentos apoteósicos que nos ha obsequiado, cuando fuera de sí y con un apasionamiento pocas veces visto, ha proferido insultos: a los que visualiza como minorías, a los que no piensan como él, y a los que lo critican.

La propia Declaración de la ONU establece los límites de las libertades: "En disfrute de sus libertades, toda persona estará sujeta a las limitaciones establecidas por la ley, con el único fin de asegurar el reconocimiento y el respeto de los derechos y libertades de los demás... Nada en esta Declaración podrá interpretarse en el sentido de que confiere derecho alguno al Estado, a un grupo o a una persona, para emprender y desarrollar actividades o realizar actos tendientes a la supresión de cualquiera de los derechos y libertades proclamados en esta Declaración".

Emilio anda muy desubicado; no entiende -o no quiere entender- estos conceptos: no pasaría un examen de derechos humanos, de valores democráticos, de Estado de Derecho. Lo anterior es preocupante, pero lo que alarma es que su grado de intolerancia y de cinismo haya llegado tan lejos y que él lo asuma con gran naturalidad.

Emilio es autoridad: es el titular de uno de los poderes en Jalisco. La autoridad tiene límites y eso Emilio parece haberlo olvidado. A menos que, "ser a la antigüita" implique entender el poder así: "a la antigüita".