El próximo año se celebrarán los Juegos Panamericanos en Guadalajara; contrariamente a Río de Janeiro (2007), en estas tierras nos hemos limitado a la construcción de diversos recintos deportivos, cuyo costo de mantenimiento y fuentes de financiamiento representan todo un misterio.
Dejamos ir la oportunidad de construir obras que permitirían el relanzamiento de la Ciudad, no obstante que para convencernos de las bondades de organizar los Panamericanos se anunciaron -desde hace 10 años- magnas obras: Tren Eléctrico, Museo Guggenheim y Tren Suburbano, entre otras promesas que resultaron un verdadero timo.
La misma triste historia ocurrió con nuestro Bicentenario de la Independencia y Centenario de la Revolución: han sido festejos desangelados. Pareciera que nuestros dirigentes -políticos, empresariales, sindicales, etcétera- están ocupados en otras prioridades, o que el desafío les quedó grande.
En 1989, Francia aprovechó el festejo del Centenario de su Revolución para realizar importantes cambios en su marco normativo, construyendo diversas y profundas reformas legales, como la ley que obliga a los medios de comunicación a ceñirse a criterios de equidad. No cabe duda que hay niveles en lo que a celebraciones se refiere. En México podríamos haber seguido el ejemplo francés: aprovechar la fecha emblemática para llevar a cabo ese tipo de reformas necesarias y trascendentes. No fue así.
En el caso de Jalisco, hubo muchas promesas sin fundamento que se tradujeron en falsas expectativas. El colmo reside en que los Juegos Panamericanos "de Guadalajara" tendrán sus principales sedes en Zapopan: Villa Panamericana, estadios de atletismo, tenis, natación, futbol, entre otros. La sociedad no se apropió de los Juegos ni de la celebración, porque no se le ofreció, ni encontró, un beneficio para la Ciudad ni para el País. Al final se demostrará que las ganancias serán efímeras y se quedarán en muy pocas manos.
Se puede argumentar que Río de Janeiro invirtió más en los Panamericanos, lo cual es cierto. Fue así porque están recaudando el 35.5 por ciento del PIB, mientras México sólo recauda el 9.4. Aun así, no hay excusa por haber prometido -los promotores- mucho más de lo que se hará.
Pero hay algo más grave que la escasez -consentida y tolerada- de recursos económicos: la insuficiencia de visión y de capital político. Aquí se han impuesto las muy particulares formas de organizar los Juegos Panamericanos y los festejos del Bicentenario y Centenario. Los Panamericanos y los festejos patrios se han diseñado desde las oficinas gubernamentales, lo que explica su limitación y fracaso. Lo demás es consecuencia.
En su ejecución ha privado la discrecionalidad, el despilfarro, la soberbia y la opacidad. ¿Podemos acaso sorprendernos del desdén que la sociedad ha mostrado ante estos acontecimientos?
No hemos vivido los festejos patrios, sólo los hemos visto pasar, de la misma forma que miraremos los Panamericanos. Dejamos ir la ocasión para aprovecharlos como trampolín que catapultara nuestra realidad, y con ella nuestras aspiraciones colectivas.
Paradójicamente, llegamos a la "celebración" del Bicentenario y del Centenario en condiciones lamentables: niveles de violencia críticos, grupos vulnerables -mujeres, niños, ancianos, indígenas, personas con capacidades diferentes y periodistas- en situación cercana a la desesperanza. Y el País vive con una enorme dependencia de recursos procedentes de actividades ilegales -narcotráfico, piratería, lavado de dinero- o no precisamente deseables, como las remesas o las exportaciones petroleras.
¿En qué estaban pensando los promotores o los organizadores de estas celebraciones y de la justa deportiva? En el caso del Bicentenario y Centenario sabían que la fecha llegaría, no pueden alegar falta de tiempo; y en el caso de los Panamericanos, no los estamos organizando como consecuencia de un sorteo, fue algo que premeditada y afanosamente se buscó.
Como se dice en el argot futbolero: "la teníamos; era nuestra y... la dejamos ir".
rogelio_campos@yahoo.com