sábado, 19 de mayo de 2007

La tormenta perfecta

El periodista Sebastian Junger escribió The Perfect Storm, obra que se convirtió en un exitoso Best-Seller llevado posteriormente a la pantalla grande por la industria hollywoodense. Estaría basada en un hecho de la vida real ocurrido en octubre de 1991, año en que el capitán de un pesquero ha tenido su peor temporada. Para reponerse de la mala racha, se propone ir más allá de lo que cualquier barco de Nueva Inglaterra haya osado llegar, hasta el Flemish Cap, una zona lejana y mítica por lo que ahí podría llegar a pescarse. En esa travesía, el barco enfrenta la peor tormenta posible, resultado del choque de un huracán con dos frentes de tormenta.

El título de la obra bien podría aplicarse al episodio que vive nuestro país. Los elementos para afirmar lo anterior no son pocos ni menor su importancia. Para muestra, veamos lo que nos trajo la semana que está a punto de terminar.

La cifra de asesinatos atribuida al crimen organizado es por demás abultada. Al 10 de mayo la cifra ascendía a mil 32 muertos. En los últimos siete días el recuento supera la centena de crímenes. Los números no deben sorprender en un país que se encuentra en guerra, según declaraciones reiteradas del Presidente de la República.

La Comisión Nacional de Derechos Humanos se pronunció por sacar al Ejército de las calles, en razón de que se han documentado múltiples violaciones a los derechos humanos. A este pronunciamiento se sumó la Organización de las Naciones Unidas, desaconsejando el uso del Ejército en labores de seguridad pública.

Decenas de policías locales han renunciado a su plaza y ayer fueron destituidos, sin mediar explicación pública, altos mandos de la corporación de seguridad pública federal. Mientras el Presidente de la República exige el compromiso de toda la sociedad sin titubeos, miembros de las fuerzas públicas desertan y otros son puestos bajo sospecha o arraigo. Mientras se pide la cohesión de la sociedad, las marchas, recriminaciones y amparos confirman la polarización.

Los problemas no se circunscriben únicamente al tema de la ola de violencia. Para que exista una tormenta perfecta deben coincidir varios elementos.

Esta semana se dio a conocer que la economía mexicana, en el primer trimestre del año, creció menos de lo esperado: tan sólo 2.6 por ciento. La cifra contrasta con el 4.3 del trimestre anterior y todavía más con el 5.5 del primer trimestre del año previo.

Los pronósticos dados a conocer esta misma semana apuntan a que este lento crecimiento se mantendrá en los próximos meses. Al parecer la invitación presidencial, que se hizo a los inversionistas hace apenas algunos meses en Davos para que vengan a México, ofreciéndoles una plena vigencia del Estado de Derecho y una defensa de sus inversiones, se ha desvanecido al declarar al país en estado de guerra. Resulta lógico que los dueños del capital mantengan sus reservas respecto a un país que se encuentra en las circunstancias que vivimos.

Por si la autodeclaración de estado de guerra no fuera suficiente para ahuyentar a los inversionistas, el Banco Interamericano de Desarrollo publicó esta misma semana el estudio Gobernabilidad democrática en México, más allá de la captura del Estado y la polarización social. Allí se advierte que México reporta indicadores inferiores al promedio de la región latinoamericana. El estudio se basa en una serie de indicadores que sirven para calificar: Estado de Derecho, Gestión Pública, Sistema de Mercado y Sistema Democrático, y se puede consultar en el sitio Web del propio BID.

A la voz del BID se unió esta semana la del Foro Económico Mundial WEF, señalando que los monopolios y el nivel educativo tienen a México sumido en la falta de competitividad.

Lo anterior no debe preocuparnos demasiado, pues es posible que las variables científicas utilizadas por el BID y por el WEF no arrojen un resultado confiable. El elemento que nos lleva a la duda es la certeza que brinda la Secretaría de Gobernación en voz del subsecretario jalisciense Abraham González Uyeda, quien afirmó categórico el pasado jueves que "en México hay gobernabilidad total".

Mientras las calificaciones reprobatorias a nuestro país van y vienen, nos hemos olvidado de las reformas y acciones que nos permitan revertir nuestra posición en los indicadores. Al parecer no hay tiempo ni palabras para otro tema que no sea la guerra.

Como en la obra de Junger, al inicio del sexenio nuestro país estaba como el pescador: en la peor temporada. Al igual que el pescador, con la autodeclaración de guerra se apostó por reponerse, al ir más allá de lo que nadie había llegado. Tal como sucede en la película, nos encontramos en el centro de una tormenta perfecta.