viernes, 29 de enero de 2010

Somos lo que comemos

Esta semana, el Secretario de Salud se refirió al grave problema que representa la obesidad en México y dio a conocer cifras verdaderamente alarmantes. La obesidad ha crecido exponencialmente: a nivel mundial ocupamos el primer lugar en obesidad infantil y el segundo en adultos; más de la mitad de los mexicanos la padecen. Estamos aumentando la probabilidad de vivir menos tiempo, con peor calidad de vida y con un alto costo económico para el tratamiento de los enfermos.

Nuestro ambiente ha sido propicio para la obesidad: no hay educación nutricional, la comida chatarra se anuncia en horario triple A, se encuentra en todas partes y hasta se lleva a las escuelas, los alimentos chatarra no traen leyendas que adviertan sobre las consecuencias de su consumo en exceso, veneramos a los magnates de esta industria, el tener dos o tres chambas y los horarios de trabajo no propician la preparación -en el hogar- de alimentos balanceados, y no hay un programa consistente de educación física ni de práctica del deporte.

La noticia dada a conocer esta semana no sorprende; hemos hecho todo por ser campeones en obesidad.

Si atendemos al dicho "somos lo que comemos", este problema nos dibuja como sociedad de cuerpo entero y no solamente en lo alimenticio: no consumimos lo que nos nutre, no sabemos consumir y consumimos de más -tanto, que atenta contra nuestra salud-.



No se consume lo adecuado

El fenómeno se replica en diferentes ámbitos: consumo de programas televisivos, música en estaciones comerciales de radio, etcétera. Hasta los anuncios de la televisión son de productos chatarra: abundan los "medicamentos" que no lo son y las soluciones mágicas. Al igual que los "alimentos" que producen obesidad, no nutren, sí rellenan y venden mucho, estos productos chatarra -programas televisivos, anuncios y música- producen enormes ganancias para unos pocos, atentan contra la calidad de vida de la mayoría y encuentran caldo de cultivo en la ignorancia y en una cultura deficiente.

En el caso de la comida chatarra, las consecuencias que produce -en el mejor de los escenarios- se atienden con el dinero de los enfermos o con fondos públicos. El dinero que sí queda a salvo es el de las empresas que lucraron vendiendo basura en forma de comida.

La historia se repite con los programas de televisión, anuncios de productos milagro, música y chatarra que ocupa el lugar que deberían tener los productos culturales de calidad. La oferta que tenemos produce ciudadanos insensibles, incultos, frívolos, enajenados y apáticos, más una cantidad considerable de ganancias económicas para unos pocos, que no las van a invertir para revertir esa situación.



El exceso

Consumir más de la cuenta es otro factor que produce obesidad y también nos refleja en otros aspectos. Somos más afectos a la voracidad que a la satisfacción, al exceso que a la moderación. Si se desarrolla un fraccionamiento que permita ganancias moderadas no resulta suficiente: hay que hacer más casas, más pequeñas y de la peor calidad. Si es una guardería, hagámosla "patito", en una bodega para que sea más barato.

Si se trata de diversión, olvidemos la cultura y concentrémonos en ofrecer alcohol y abramos los antros en lugares inapropiados y durante el mayor tiempo posible; hay que salir de ellos en la madrugada y si de plano la gula por la diversión es incontenible, pues hay que salir bien entrada la mañana.

Aquel que pretenda limitar el horario de estos santuarios de la diversión debe arrepentirse por tratar como menores de edad a los ciudadanos. Total, cada quien sabe lo que se toma y cuánto se toma... para eso es la mayoría de edad y el ejercicio de la libertad. Además, entre más horas se abra más se vende; y hay que generar empleo, atraer inversión y turistas. Eso es lo que importa, dar rienda suelta al exceso: de alcohol, diversión y ganancias económicas.

Así como el exceso de comida se traduce en obesidad y genera muchas y graves enfermedades, igualmente el exceso por las ganancias económicas produce enfermedades, accidentes y tragedias.

Total, no pasa que hagamos lo mismo que con la obesidad a principios de cada año: anotarla en la lista de buenos propósitos.

Surgida la tragedia y también las ganas de revisar, inspeccionar y reformar... apenas llegado febrero, todo queda en el olvido.


rogelio_campos@yahoo.com