Sucede que el paisaje urbano es un valor ambiental, formado por elementos naturales y culturales que configuran la imagen de una ciudad. El paisaje urbano es un bien colectivo y es un valor jurídicamente protegible. En algunas ciudades, como Barcelona, España, el paisaje urbano es definido como un elemento digno de protección que responde a la conciencia cultural y estética de sus habitantes.
La publicidad exterior es un negocio privado -que beneficia a pocos- con cargo al paisaje urbano: distrae a los automovilistas genera contaminación visual y ahora también propicia la tala de árboles. La industria de la publicidad exterior está reñida con la responsabilidad social.
Debemos, pues, exigir un plan para ordenar y abatir al mínimo los espectaculares en la Ciudad. Entre otras acciones, urge contar con un censo real de todos los espectaculares (legales e ilegales), retirar aquellos que no cuentan con autorización o que no han pagado los refrendos o renovaciones, establecer una veda que nos lleve a que no haya un espectacular más, elevar considerablemente el costo de las licencias y cobrar una tasa de impuesto predial significativamente más alta para las propiedades que tengan instaladas las estructuras.
Tiene que haber un diagnóstico sobre la cantidad de espectaculares que soporta el paisaje urbano de la Ciudad e iniciar con un programa gradual que permita el retiro progresivo, hasta llegar a la meta propuesta.
Otro asunto importante es el de los contenidos. Las televisoras tienen restricciones para transmitir anuncios: no hay lugar para bebidas alcohólicas antes de las 10 de la noche y los anuncios de tabaco no se transmiten en horarios destinados a todo el público. Está prohibido anunciar cantinas y la publicidad que ofenda la moral, el pudor y las buenas costumbres. Las restricciones tienen como finalidad evitar que los menores de edad estén expuestos a esos mensajes.
Y sin embargo, con los espectaculares no existen restricciones. Ahí están, expuestos a todo el público, incluyendo los menores de edad: alcohol, cigarrillos, cantinas y -no podían faltar- los table dance.
Cuando el individualismo se impone al colectivismo, resulta normal que un particular instale en su propiedad lo que le venga en gana y se le permita la explotación del paisaje urbano. Cuando se desprecian los bienes públicos es perfectamente entendible que no se tenga noción del paisaje urbano y mucho menos se pretenda defender.
En otros países hay múltiples ejemplos sobre las acciones emprendidas por la sociedad y las autoridades para combatir la publicidad en el espacio público, en el paisaje urbano. En Nueva York el colectivo Stay Free! lanzó un boletín periódico con un mapa de contaminación visual en Manhattan. También en Estados Unidos están Scenic America y Billboard Front Liberation.
En Canadá, Black Point denuncia el abuso de la publicidad que ocupa el espacio público; en España existe el grupo "Resistencia a la Agresividad Publicitaria" y en Francia "Resistencia Antipublicidad".
Hay otros casos donde el Gobierno ha tomado el toro por los cuernos con medidas radicales. En 2006, en la ciudad brasileña de Sao Paulo se aprobó la ley Cidade Limpa. La ley está en contra de la publicidad en espacios públicos: espectaculares, vallas, taxis y autobuses. A principios del 2007 se iniciaron los trabajos para quitar todos los espectaculares de una de las 10 ciudades más grandes del mundo, caracterizada por su dinamismo industrial, comercial y financiero.
Esta semana, seis años después de la aprobación de esa ley, un juez resolvió que es inconstitucional. Habrá que ver si la resolución judicial es definitiva, pero en todo caso el ejemplo de Sao Paulo y de otras urbes deja en claro que hay muchas cosas por hacer en materia de publicidad exterior y que lo peor que puede pasar es quedarnos cruzados de brazos ante la magnitud del problema.
rogelio_campos@yahoo.com
Twitter @camposrogelio
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