El lunes, el Gobernador lanzaba la candidatura de Jalisco para ser la sede principal de la recientemente creada Agencia Espacial Mexicana (AEXA). El ofrecimiento parecería atractivo y el interés legítimo, pero la percepción puede cambiar si se hace un recuento de los antecedentes del proyecto.
En octubre de 2005, mientras Emilio González ya pensaba en presentar su licencia al cargo de Presidente Municipal para buscar la candidatura a Gobernador de Jalisco, en la Ciudad de México, el diputado federal por Hidalgo, Moisés Jiménez Sánchez, presentaba la iniciativa para la creación de la AEXA.
Desde entonces hay dos grandes promotores del proyecto: por un lado, el científico Fernando de la Peña Llaca, quien en 2005 ya había recibido entrenamientos en el Centro Espacial Johnson de la NASA, en Houston; por otro lado, el Gobierno de Hidalgo, que desplegó -desde hace más de cuatro años- una estrategia para que se aprobara la AEXA y se estableciera su sede principal en Tulancingo, Hidalgo.
No es accidental que el diputado que presentó la iniciativa sea hidalguense. Los legisladores federales de esa entidad han protagonizado todos los episodios clave en los que la iniciativa fue avanzando, hasta su aprobación. Cabe preguntarse ¿qué estaban haciendo nuestros diputados -jaliscienses- respecto a ese tema durante todo ese tiempo?
La estrategia hidalguense de cabildeo estuvo comandada por el Gobernador Miguel Ángel Osorio y respaldada por los legisladores locales y federales. Unos diputados terminaban su periodo y otros llegaban y... todos seguían apoyando la propuesta. No hay que pasar por alto que Osorio ganó para su entidad la Refinería Bicentenario. En la disputa, el hidalguense se impuso al Gobernador Oliva, quien gastó cientos de millones de pesos en comprar terrenos para la refinería y se quedó con ellos y con un extraño tufo que despide el megaproceso de adquisición de las tierras guanajuatenses.
Desde hace más de cuatro años los promotores de la AEXA lanzaron una campaña, cabildearon, dieron seguimiento al proceso legislativo, participaron en cientos de actividades, abrieron un portal en Internet y consiguieron lo que se plantearon. Enhorabuena. Desde entonces propusieron que la AEXA estuviera en Tulancingo, argumentando cuestiones geográficas, climatológicas y que ahí se encuentra -desde hace más de 40 años- la estación terrena de telecomunicaciones, que depende la SCT y cuyo titular ha expresado su aprobación porque ahí esté la sede principal de la AEXA.
Antes de la incursión de Emilio en el tema espacial ya se daba como un hecho que Tulancingo sería la sede, que la -eventual- base de lanzamientos y de entrenamientos submarinos estaría en Chetumal y que habría un centro de entrenamiento en Chihuahua. Se dijo que esas entidades, además de Aguascalientes, eran las que habían presentado propuestas más serias. También se da como un hecho que sea Fernando de la Peña el primer director de la AEXA.
Mientras diputados -locales y federales- y senadores hidalguenses de diversas legislaturas han impulsado la AEXA, a los jaliscienses no los hemos escuchado hablar del tema. Mientras un Secretario de Promoción Económica de Quintana Roo lleva trabajando cuatro años en el proyecto, un empleado de nuestro Secretario apenas iba a entrevistarse ayer con De la Peña.
Mientras el inminente director de la AEXA habla de entidades que han presentado las "propuestas más serias", la de Jalisco -más allá de un ofrecimiento de 100 millones de pesos- nadie la conoce.
El Gobernador quiere sustituir la idea, el esfuerzo, la propuesta y el cabildeo de los hidalguenses con el dinero de los jaliscienses y... hay cosas que no compra el dinero.
Por eso resulta extraño que de última hora surja un "invitado" a la fiesta. Al Gobernador le aflora el orgullo jalisciense y dice que la AEXA no tiene por qué irse a Nuevo León, Estado de México, Distrito Federal o Veracruz... pero esas entidades ni siquiera se habían mencionado y tampoco se habían apuntado.
Demasiado desconocimiento del tema, demasiado tarde el planteamiento, poco respeto por el esfuerzo de los promotores y poca elegancia en querer jalar la sede a golpe de chequera. En resumen: ¡en la Luna!
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