El Presidente Calderón anunció el Programa para Impulsar el Crecimiento y el Empleo. En su mensaje se distinguen tres puntos: se acepta que la situación financiera mundial impactará a nuestra economía; se pretende diferenciar la situación actual del País -que sería mejor-, contrastándola con las crisis que hemos vivido en el pasado; y por último, se anuncian medidas concretas que pretenden atenuar los efectos de la "grave crisis mundial". En esta ocasión solamente nos ocuparemos de los dos primeros puntos.
Por lo que ve al primero, menos mal que por fin se ha aceptado la realidad. Todavía a finales de septiembre el Secretario de Hacienda desestimaba lo que se observaba, mientras sus colegas de Europa ya advertían la magnitud de la catástrofe. Una semana antes del anuncio presidencial ya se habían reunido Mandatarios de Europa para analizar las acciones a tomar. Los legisladores se adelantaron para exigir medidas contingentes. El Banco de México también se adelantó en vaticinar problemas con las remesas.
La reacción del Ejecutivo fue tardía. El golpe lo tuvo que afrontar en seco el Presidente. En este caso, los economistas de Hacienda mostraron no estar preparados para afrontar situaciones extraordinarias. Una profunda fe en la estabilidad del sistema financiero mundial es lo que guía a quienes tienen la responsabilidad de las finanzas públicas. No consideran otras variables. Quedó demostrado que no hay plan B.
Por si fuera poco, las entrevistas al Secretario de Hacienda reflejan un alto grado de candidez. Adicionalmente, su postura contradice el anuncio presidencial. Lo contradice en la forma, pues mientras vimos a un Calderón serio y preocupado, Carstens se muestra hasta cierto punto insensible. También lo contradice en el fondo: Carstens evidencia su fe en que la situación mejore por sí misma, mientras que Calderón se esfuerza por hacer ver que el daño es irreversible y que su plan es algo que lo atenuará.
Por lo que ve al segundo de los puntos, Calderón se esforzó por hacer ver las diferencias de la situación actual con relación a las del pasado. Aquí se evidencian situaciones por demás interesantes: afirmaciones de situaciones ciertas, pero que al ser sometidas a algunos reactivos pueden revelar otros aspectos que nunca se suponen.
El Presidente dijo: "Afortunadamente, en los últimos años, México ha hecho la tarea de fortalecer sus finanzas públicas y estabilizar su economía". Cierto. Lo que no se dice es que otros países de la región han hecho lo mismo, pero a diferencia de nosotros reportan mejores desempeños en indicadores sociales, de competividad y gobernabilidad, entre otros.
Calderón continuó: "A diferencia del pasado, hoy México no depende del crédito externo. Llevamos varios años disminuyendo el monto de la deuda externa". Cierto. Lo que no se dice es que la deuda externa ya no contabiliza la deuda de PEMEX, que por cierto ha crecido. Tampoco se dice que la deuda interna ha aumentado de manera considerable.
El Presidente también dijo: "Gracias a los programas que hemos implementado, México registra la inflación más baja de América Latina". Cierto. Lo que no se dice es que hay una correlación entre los niveles de crecimiento de los países de la región y la inflación que reportan. Esto significa que la baja inflación que reportamos se traduce en una renuncia al crecimiento de nuestra economía. También se ha omitido de los discursos oficiales un elemento importante: la inflación no se refleja en las tasas de interés que nos cobran los bancos. Una inflación baja, con tasas de interés caras, de poco sirve, salvo para el enriquecimiento de los bancos.
En su esfuerzo por contrastar, el Presidente presumió: "Hoy nuestras reservas de divisas ascienden a más de 90 mil millones de dólares". Cierto. Lo que no se dice es que las reservas son producto de dos variables relativamente nuevas: el espectacular crecimiento de los precios del petróleo y de las remesas que envían nuestros paisanos. En el año 2000 se recibían 6 mil millones de dólares por remesas; en 2006 fueron más de 25 mil. Sin estos dos factores externos, México no solamente no tendría reservas, sino que habría aumentado su deuda externa.
Calderón empezaba a enfilarse a la presentación de medidas concretas: "Gracias a las políticas responsables seguidas en los últimos años, hoy, en vez de vernos obligados a recortar el gasto, somos capaces de proponer medidas para estimular la inversión y así mitigar el impacto negativo de la turbulencia financiera [...] en lugar de restringir el crédito, debemos buscar expandir el crédito para el aparato productivo [...] debemos buscar ampliar el gasto en infraestructura pública para poder impulsar el crecimiento y el empleo".
Lo paradójico es que el gasto en infraestructura ha disminuido en los últimos años un 50 por ciento con relación al PIB. Vale la pena preguntarnos si somos capaces de aumentar al doble el gasto en infraestructura para apenas llegar a lo que se invertía hace ocho años. Para el caso del crédito opera la misma ecuación. El crédito ha visto una tremenda disminución con relación al PIB. México debería aumentar al doble el crédito para apenas alcanzar los niveles de la década pasada.
Hay ocasiones en que la tarea se hace, pero eso no significa que hayamos entendido cómo deberíamos de hacerla o que tengamos claro para qué sirva. Hacer la tarea no implica que esté bien hecha. Tampoco indica que con el simple hecho de hacerla se apruebe la materia. Sin duda es el caso que nos ocupa.
Por si tiene dudas: esta semana el Foro Económico Mundial nos vuelve a reprobar en competitividad... bajamos cuatro posiciones y estamos en el lugar 60.
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