Buen tribuno y polemista, Calderón siempre escogió la palabra hablada como su mejor arma, pero la mayoría de las veces fue derrotado por los números y, sobre todo, por los documentos.
Este caso no fue la excepción. En la batalla de dimes y diretes entre Vargas y los voceros calderonistas, el empresario sí presentó evidencia documental, mientras que los funcionarios básicamente aportaron dichos.
Este escándalo tuvo un detonante: el señalamiento del supuesto alcoholismo de Calderón, hecho que fuera retomado y editorializado por Carmen Aristegui. En Los Pinos se sintieron ofendidos, y así lo demuestran los documentos exhibidos por Joaquín Vargas. En aquella ocasión, la corte presidencial no daba crédito a lo dicho por la periodista, que equivocadamente trasladaba la carga de la prueba al señalado, en este caso el Primer Mandatario.
Los peones y alfiles calderonistas exigían una disculpa pública y pensaron que para diluir los señalamientos bastaría el dicho de que el Presidente hace ejercicio. Una estrategia similar adoptó Emilio González Márquez durante sus giras proselitistas a diversos estados del país: cuando le preguntaban si tenía problemas con el alcohol, contestaba diciendo que hacía ejercicio.
La soberbia de los gobernantes mexicanos les hace pensar que su salud y posibles adicciones no son de interés público. Creen que una vez instalados en la silla, nadie debe conocer si hay riesgos de que puedan abandonarla antes de tiempo o si cuentan con la lucidez necesaria para tomar decisiones. Su altivez los lleva a creer que con sus dichos pueden disipar las dudas.
En la Unión Americana, los presidentes se someten a un examen médico periódicamente. En el sitio de internet de la Casa Blanca, http://www.whitehouse.gov/sites/default/files/rss_viewer/potus_med_exam_feb2010.pdf, se puede consultar el penúltimo examen al que se sometió Barack Obama, y el último se encuentra en http://www.nationaljournal.com/whitehouse/full-text-memo-from-doctor-on-obama-s-physical-exam-20111031.
Se puede observar que Obama fumaba siendo Presidente; constan sus esfuerzos y éxito para dejar el tabaco, y también dice que bebe alcohol ocasional y moderadamente. Hay más datos: frecuencia cardiaca, presión arterial, masa corporal, estatura, peso. También están los niveles de glucosa, colesterol y triglicéridos; historial de cirugías, y resultados de estudios orientados a detectar cáncer de próstata y colo-rectal. El examen contiene los medicamentos que toma y otra serie de datos médicos y recomendaciones.
Allá, la carga de la prueba sí corresponde al Presidente en turno, pero no se espera a que le hagan cuestionamientos: toma la iniciativa, se somete a una evaluación periódica y se publica el papelito con los resultados. Los exámenes de Bush Jr. evidenciaban su sobrepeso y el riesgo de cáncer en la piel.
Acá las cosas son diferentes. La palabra del inquilino de Los Pinos, replicada por su corte, debe ser suficiente para convencer. ¿Para qué recurrir a la ciencia o a los documentos si con el dicho presidencial basta? Olvidémonos de los elementos que dan certeza, quedémonos con la creencia.
El escándalo de MVS tiene otro elemento esencial: las prácticas exhibidas para limitar la libertad de prensa. "Hoy México, a pesar de sus problemas, tiene una libertad de prensa y de expresión que nunca se había visto". Son palabras de Calderón en la ceremonia de entrega del Premio Nacional de Ciencias y Artes 2010.
Estas palabras se estrellan contra otro documento, el Índice de Libertad de Prensa de la organización internacional Reporteros sin Fronteras (http://es.rsf.org/). Entre 179 países evaluados, México se encuentra en el lugar 149 del índice. Con Calderón, las cosas empeoraron en este rubro.
Joaquín Vargas, Barack Obama y Reporteros sin Fronteras muestran documentos para probar la presión del gobierno, su estado de salud y la libertad de prensa, respectivamente... Calderón desdeña los papelitos y siempre apuesta por los dichos. ¿A quién creerle?
Twitter @camposrogelio
rogelio_campos@yahoo.com
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