También se han documentado serias fallas en Bélgica, la Unión Americana, India, Brasil, Argentina, Venezuela y Canadá. En Bélgica el asunto llegó a los tribunales y en Francia provocó serias dudas y un intenso debate: los políticos de derecha apoyaban las urnas electrónicas con el rechazo de la izquierda; en el país galo, en un día se recabaron 60 mil firmas contra la nueva modalidad de votación. Otros países como Filipinas o Costa Rica se quedaron en la fase de exploración y dieron marcha atrás.
Más allá de estas experiencias internacionales que sugieren ir con cautela ¿qué ha pasado en México? REFORMA publicó "Tropiezan urnas nuevas" (6 julio 2009). La nota refiere la elección en el DF, donde las urnas electrónicas tuvieron un debut accidentado: de las 40 instaladas (una por distrito), cinco presentaron fallas que obligaron a reemplazarlas.
En el DF, después de nueve años de planeación y en un proceso ordinario, el 99.7 por ciento de las urnas fue tradicional y solamente el 0.3 por ciento electrónico. En Jalisco, después de siete años se ha pretendido instalar el 100 por ciento; así lo apuntó el Gobernador y la autoridad electoral. No olvidemos que prácticamente todos los expertos, organismos internacionales y la inmensa mayoría de casos en otros países recomiendan -en su caso- la implementación gradual.
¿Cómo fallaron las urnas en el DF? No emitían comprobante de votación, no estaban configuradas, las baterías estaban sobrecargadas o descargadas, la fecha de los comprobantes era errónea, se acabó el papel para imprimir o la pantalla dejó de funcionar. En algunos casos se averiaron porque se golpearon o se cayeron.
A pesar de que las urnas no habían fallado durante los ensayos ni en las pruebas, el 15 por ciento -incluida una de reemplazo- no funcionó adecuadamente. Para estos casos, tenían 20 de "repuesto", 50 por ciento de las instaladas.
Parecería que en Jalisco se desdeñan estos inconvenientes y se ha enarbolado un discurso que únicamente resalta las ventajas. Ni los partidos, mucho menos los ciudadanos han sido debidamente informados sobre los riesgos y los casos que ponen en duda los beneficios y que contrariamente sí señalan los inconvenientes.
Ese criterio de parcialidad en la información puede obedecer al desconocimiento de los riesgos, a su minimización, o a que se piense que, teniendo en cuenta todos los inconvenientes se consideren superados. Descartemos que la falta de información completa y oportuna sea premeditada. Como sea, nada justifica que no se cuente con información completa y no se delibere con la mayor apertura, seriedad, claridad, amplitud y profundidad ante los partidos políticos y de frente a la sociedad.
Parecería que se nos invita a ignorar a los científicos y académicos de gran prestigio y reconocimiento internacional que sostienen que no hay urna infalible y que documentan las deficiencias, vulnerabilidad, fallas y riesgos de todo tipo de urnas, incluidas las de séptima generación: aquí nos dicen que estamos frente a una urna invulnerable -y hasta infalible- y no se vale dudar. Ciega y únicamente debemos creer en el dicho de la autoridad. Si fuera un asunto de fe estaría bien, pero hasta en ese ámbito cada quien decide en qué creer.
No nos confundamos, no es asunto de devotos: se trata de votos. Y no son de los votos -religiosos- que tienen que ver con las creencias: hablamos de tecnología y votos electorales. No habría razón para tomar a la ligera la experiencia nacional e internacional y el trabajo de no pocos expertos -prestigiados y reconocidos- avalados por su experiencia, trayectoria, y en más de algún caso respaldados por las mejores universidades del mundo.
rogelio_campos@yahoo.com
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