Los focos rojos se encuentran encendidos en el PAN, y no es para menos. MURAL publicó hace seis años (29/11/04) su encuesta periódica, y con "candidatos punteros" la diferencia entre el PAN (26 por ciento) y el PRD (34 por ciento), que iba a la cabeza, era de ocho puntos.
El 5 de diciembre del 2010, la diferencia entre el PAN y el líder de las preferencias prácticamente se triplicó, pasando de 8 a 23 puntos: PRI, 37; PRD, 18, y PAN, 14. Mitofsky, hace un mes confirma el hallazgo: PRI, 49; PAN, 18, y PRD, 17.
Esto es lo que los tiene con los nervios de punta, y lo que explica la -electorera- deducibilidad de las colegiaturas y los discursos de contraste entre el pasado y el presente. El Presidente, su Gabinete y algunos Gobernadores han venido expresando los errores y los horrores del pasado: que los políticos se enriquecían al amparo del poder, que se generaban cifras récord de pobres y que también se pactaba con el narco.
La estrategia parece interesante, pero enfrenta importantes obstáculos. Uno de los puntos más débiles es tratar de ejercitar la memoria de los mexicanos, cuando la verdad es que la tenemos atrofiada.
Desde el poder se ha apostado -con éxito- a minimizar cuestiones graves y a nuestra mala memoria. Parece que ya no recordamos los acontecimientos de la última década: el cúmulo de promesas incumplidas, los mineros de Pasta de Conchos, los niños de la Guardería ABC, la dotación de casinos que nos hizo Santiago Creel, los niñazos Bribiesca Sahagún, la reacción del Gobierno federal ante los sucesos de Villas de Salvárcar o del macabro hallazgo de 72 cuerpos de migrantes en Tamaulipas. En este último caso, la Comisionada del Instituto de Migración fue premiada con la secretaría general del PAN.
El PAN apuesta a que recobremos la memoria de largo plazo, pero reza por la pérdida de la de corto plazo. Lo grave no es que seamos un pueblo sin memoria y sin capacidad de indignación de liberación prolongada; lo peor es que las autoridades han apostado, maniobrado y se han beneficiado de que así sea. Por eso hoy la tienen difícil, porque apuestan a lo que, por años, no han querido que se ejercite.
De poco va a servir recitar cifras que sólo con visión oficialista reflejan una mejoría, cuando la población percibe algo muy distinto. Tampoco sirve culpar a los medios de generar esa percepción, o exorcizar la crítica, siempre tan necesaria en cualquier sociedad.
Tenemos autoridades incapaces de reconocer sus errores y de aceptar nuestro pobre desempeño frente a otros países. Ante la discapacidad para cumplir las promesas de la alternancia y generar una sólida expectativa de futuro, han decidido invocar los fantasmas del pasado. En su proceder sí recordamos al PRI cuando se vanagloriaba de sus logros: paz social, los triunfos de la Revolución y la numeralia de escuelas, viviendas y hospitales.
El problema para el PAN es mayor cuando vemos la conformación del electorado: más de la tercera parte no era mayor de edad cuando ganó el PAN (2000). Peor aún, es un segmento carente de todo tipo de oportunidades: educación, cultura, deporte, empleo, recreación, etcétera. Lo anterior explicaría por qué, en el segmento de 18 a 29 años, el PAN tiene una de sus peores cosechas de preferencias (Mitofsky, febrero 2011).
Si partimos del supuesto de que las cosas con el PRI eran peores, el segmento más viejo del electorado sería el más consciente de esa situación. Aquí encontramos una noticia buena y una mala para el PAN. La buena es que, en efecto, en los electores de más de 50 años es donde el PRI encuentra su menor apoyo; la mala es que el PAN está en las mismas.
El segmento de más de 50 años es el más renuente a manifestar su preferencia, lo que nos lleva a suponer que están igualmente decepcionados de los dos partidos que han ocupado la Presidencia de la República, y que no en pocos casos son los jefes de familia -y la memoria del hogar- quienes influyen en el voto. Pronto lo sabremos.
rogelio_campos@yahoo.com
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