Lo anterior confirma la maleabilidad del concepto -proyecto nacional- que lo convierte en un lugar común, o en todo caso muestra que un proyecto nacional se hace con personalidades, Capital y desde las cúpulas.
Resulta loable pretender "resaltar al México dinámico y emprendedor". La iniciativa reconoce la existencia de varios Méxicos, uno virtuoso -dinámico y emprendedor- y otro(s) distinto(s). El México no virtuoso sería el que nos muestran y reportan a diario la mayoría de los promotores de la iniciativa en la pantalla, ondas radiofónicas y páginas de prensa.
Se trata de "reconocer y exaltar los esfuerzos de las personas que, con sus iniciativas, trabajan por el México que todos queremos" y que "van más allá de sus responsabilidades ciudadanas, laborales o profesionales". Son personas que -lógicamente- pertenecen a uno de los Méxicos, siendo éste el dinámico y emprendedor, pero que trabajan por uno solo: el que todos queremos. Pareciera tratarse de que hay varios Méxicos, pero que todos -no importa a cuál pertenezcamos- estamos de acuerdo en uno solo, que es ideal.
Resulta inexplicable que hayan elegido a Javier Aguirre para lanzar la iniciativa. Sí, "El Vasco" es un triunfador y no dudo que cumpla cabalmente con todas sus responsabilidades ciudadanas, profesionales y laborales, pero no se le conoce por acciones que "vayan más allá". Es posible que las haya realizado, pero están ausentes en el promocional.
La iniciativa "pretende detonar, una reflexión profunda sobre la responsabilidad de los mexicanos en el curso favorable de México". ¿A qué tipo de responsabilidades se refieren los promotores? A las responsabilidades de la ética privada que pondera John Rawls y no a las que corresponden a la ética pública de las que es partidario Gerald A. Cohen.
Resulta paradójico cuando lo que se celebra es el Bicentenario de la Independencia del Estado mexicano y este concepto -Estado- es eminentemente público. Lo mismo ocurre con el Centenario de la Revolución Mexicana, que tuvo como una de sus banderas la justicia social, siendo también este concepto propio del ámbito público.
Los promotores pretenden hacer una apología del altruismo, cuando tal concepto es y debe ser absolutamente complementario a las funciones del Estado, y a los conceptos de justicia social, redistribución de la riqueza, Estado de bienestar, entre otros. La solidaridad y el altruismo -puro, impuro o metodológico- en la mayoría de los casos sirven a las mejores causas, pero no son motor del desarrollo de una nación.
La iniciativa soslaya el cumplimiento llano de las responsabilidades ciudadanas, laborales y profesionales, cuando el incumplimiento de éstas ha originado -en el fraseo de los promotores- la existencia de varios Méxicos. Al mismo tiempo, pondera las acciones de quienes "van más allá" del cumplimiento laboral, profesional o ciudadano... esos son, nos dicen, los nuevos héroes.
Es posible que la difusión de estos ejemplos motive a un sector de la población. Será eso: motivación, pero nada más. Toda proporción guardada, será como no pocos "productos milagro", de esos que tanto se anuncian en las pantallas: prometen curas, arreglos o mejoras tan rápidas como considerables.
Bienvenida la motivación de la iniciativa, lo que falta y urge poner sobre la mesa es lo más importante, lo que verdaderamente cambiará el rostro del País, para poner dos ejemplos: las políticas públicas que permitan mayor competitividad y mayores índices de desarrollo humano.
Ya vamos a mitad del año del Bicentenario y del Centenario, y las propuestas serias y sustentables de los responsables de la conducción del Estado brillan por su ausencia.
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