Esta semana se dieron a conocer datos que revelan que nuestro País va en picada. Más que preocupante, el escenario dibujado por las cifras es alarmante. Lo de menos es el impacto que éstas tendrán en las elecciones del próximo año. Lo verdaderamente grave radica en el mediano y largo plazo. Estamos en un tobogán y no se advierte cómo salir ni se avizora cuándo la caída deja de ser tan pronunciada.
El Índice de Confianza del Consumidor que se publicó esta semana se ubicó en su peor nivel desde que se dio a conocer en el 2001. El índice muestra un desplome en la percepción de los mexicanos respecto a la situación económica con relación al año pasado. Los mexicanos perciben, saben que su situación económica ha empeorado. También revela la expectativa que se tiene para los próximos 12 meses. Peor imposible.
Sin duda, el silencioso y progresivo gasolinazo constituye un elemento que se refleja en el estudio. Este aumento irá minando la economía de los mexicanos y se irá reflejando en mayor inflación, de manera inversamente proporcional a la racionalidad impuesta por el hecho de que el combustible deje de ser subsidiado.
Hablando de inflación, nos encontramos frente a una curva ascendente. La inflación que se da a conocer es más alta que la del mes inmediato anterior. Ya llevamos varios meses así. Lo mismo sucede, pero a la inversa, con la proyección de crecimiento de la economía. En ambos casos, inflación y crecimiento, nos encontramos con la realidad que no se ajusta a lo que se había considerado a principios de año.
Debido a la recesión en la Unión Americana, el envío de remesas ha disminuido y la proyección es que esa tendencia siga. Los ingresos de miles de familias han disminuido y seguirán disminuyendo. Por si lo anterior fuera poco, el precio del petróleo se desplomó y la extracción de crudo ha sufrido la misma suerte. Los ingresos de divisas que se captan vía remesas y petróleo han caído y seguirán cayendo. Sin divisas, nuestra capacidad de importación se ve afectada.
Tenemos en el turismo otra fuente de divisas. La ola histórica de violencia extrema que vive el País hace menos atractivos nuestros destinos turísticos, lo cual sin duda se verá reflejado en la captación de ingresos y, por consiguiente, en la balanza comercial, entre otros indicadores.
Otro dato revelador lo encontramos en la cartera vencida de tarjetas de crédito. Alcanza niveles de máximo peligro, incluso si lo comparamos con el que originó "el error de diciembre". A diferencia de 1995, hoy los mexicanos compramos hasta los víveres en los supermercados con dinero plástico. Hoy nos endeudamos para comer. Esta sola diferencia podría reflejar un problema mayor al de hace 13 años.
La mezcla explosiva de cifras ya se refleja en los estudios de opinión. Consulta Mitofsky, en su -poco difundida- encuesta trimestral de agosto, muestra datos escalofriantes: El 76 por ciento de la población tiene la percepción que la situación económica está mal. Es la cifra más alta desde el 2001. El 22 por ciento percibe a la economía mejor; es la cifra más baja de los últimos ocho años. Crisis económica, narcotráfico, bajos salarios e inflación alcanzan los niveles más altos de preocupación con relación a los últimos ocho años.
Felipe Calderón enfrenta el nivel más alto de reprobación de cualquier medición realizada desde que asumió el poder. Su nivel de aprobación está a punto de llegar al más bajo que haya registrado. Alcaldes y Gobernadores obtienen, en general, mejor calificación que el Ejecutivo federal. El Presidente obtiene una pésima calificación en el rubro "preocupación por los pobres".
La población ha mandado una señal que se ve reflejada en las encuestas de preferencia electoral. Si hoy fueran las elecciones, el PRI arrebataría al PAN la mayoría en la Cámara de Diputados.
El Gobierno federal había girado en torno a la figura de un Presidente enjundioso, empeñado. Esa ponderación mediática generó colateralmente la percepción de un Gabinete gris. Hoy se percibe un Presidente cansado, ensimismado, atribulado. Su imagen se ha venido desinflando. El Gabinete ha dejado de ser gris; se ha diluido, es un Gabinete inexistente, virtual.
Se han conjuntado todos los elementos para que tengamos una "tormenta perfecta". Con visión de corto plazo, el proceso electoral -que inicia formalmente el próximo mes- será el escenario para una turbulencia intensa, descomunal.
El problema mayor es que no será en el 2009 cuando el tobogán llegue a su fin. Resulta necesario atender las causas que provocan lo que los índices y las encuestas reflejan. No se ve quién, no se ve cómo y no se ve cuándo se atiendan las causas que han venido degradando el tejido social y nos tienen en la antesala de una crisis económica de magnitud histórica.
Ahí están los datos y los números. Ahí está un modelo económico que no cambia. Partidos van, partidos vienen y el modelito es el mismo. El otro modelo propuesto no solamente no gusta, se condena. Es un modelo asimétrico, que permite la acumulación de riqueza, la desigualdad; que no atiende causas sociales, que está reñido con el concepto de lo "público".
Las medidas y los funcionarios que solamente pretenden administrar los problemas, no resolverlos, están llegando al límite. Por evitar golpes de timón y turbulencias estamos en un tobogán y desemboca en una tormenta perfecta.
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