Segunda y última parte
Desde su concepción, el Santuario de los Mártires ha estado en el ojo del huracán. En la anterior entrega recorrimos brevemente la primera parte de una historia marcada por sobresaltos, contradicciones e incertidumbre, historia distante del llamado que hacía Juan Pablo II en la ceremonia de canonización de los 25 mártires que inspiran el santuario: "Que el luminoso ejemplo de Cristóbal Magallanes y compañeros mártires os ayude a un renovado empeño de fidelidad a Dios, capaz de seguir transformando la sociedad mexicana para que en ella reine la justicia, la fraternidad y la armonía entre todos". La situación del proyecto, desde su inicio, aparece tan lejana del llamado del Papa como cercana a la realidad que vivimos los jaliscienses.
El santuario es un espejo de esa realidad: terrenos sin certidumbre jurídica que se disputan entre varios dueños, por años, y autoridades registrales y jurisdiccionales sin capacidad para brindar seguridad jurídica de la propiedad; ésta es la causa del reemplazo del Cerro del Cuatro por el del Tesoro. En este último tampoco se contaba con escrituras, y se argumentó que esa era una razón por la que no fluían los (tan cacareados) donativos europeos.
Realidad social que vive de la promesa no cumplida y de la ilusión de que las cosas se van a hacer o van a cambiar, para, al final, seguir esperando una nueva ilusión y un nuevo plazo. La promesa: que el santuario se terminaría en 2003, con todo y tres calzadas, una avenida y tres pasos a desnivel. Llevamos cinco años de incumplimiento... y contando.
Realidad que busca soluciones fáciles e ilusiones falsas. Realidad que niega la realidad, que engaña y se autoengaña. Nada de lo siguiente se cumplió: el santuario estaría listo para el Congreso Eucarístico; vendría el Papa; el 50 por ciento del dinero necesario para la obra se obtendría de Europa; los empresarios se harían cargo del proyecto; no existían deudas con constructores; los acreedores que habían realizado trabajos y a los cuales no se les pagaba no iban a demandar; se obtendrían recursos por la vía de rifas y venta de casas donadas por los fieles; los donadores iniciales tenían todos sus papeles en regla.
Realidad de deficiencias en la presupuestación y una pésima cultura de rendición de cuentas... alegres. Los 50 ó 60 millones de dólares presupuestados inicialmente se han convertido en 180, y contando. En 2003 se decía que ya se tenía un 10 por ciento de los recursos, y curiosamente se reportaba un 30 por ciento de avance. Difícil de saber. Quizás de no haberse donado los 90 millones no tendríamos curiosidad por contar con información del avance presupuestal y de la construcción de este proyecto. En este camino, y ante irregularidades en sus cuentas, las autoridades eclesiásticas decidieron olvidar el pasado y mirar al futuro: hicieron un "borrón y cuenta nueva", renunciando a la rendición de cuentas; en este caso, las que tenían que rendirles a ellos mismos.
Realidad de litigio y de conflicto: diversos propietarios de un mismo predio; un arquitecto denunciando plagio de su proyecto; la autoridad eclesiástica diciendo que sí contaba con permisos, la Sedeur desmintiéndolo; el Ayuntamiento de Tlaquepaque diciendo a principios de 2007 que no conocía el proyecto; vecinos del Cerro del Tesoro oponiéndose a su construcción; el rector del santuario demandado y desaparecido por un periodo considerable de tiempo; reporteros corridos por elementos de seguridad del santuario; el Arzobispado demandando a los herederos de la donante del actual terreno; herederos en desacuerdo con donar su parte.
Vale la pena detenernos en el caso de los herederos que se negaron a donar. Si en una misma familia hubo quienes donaron y otros no quisieron hacerlo, ¿por qué resulta tan extraño a los ojos de la Iglesia y del Gobierno que haya ciudadanos que no están de acuerdo con el donativo gubernamental? Por cierto, con recursos del santuario se compró la parte de los herederos renuentes.
Realidad del poder financiero turbio: la Iglesia daba a conocer hace cinco años el ofrecimiento (no aceptado) de donativos del narco para poder continuar con las obras. Las declaraciones expresadas la última semana por autoridades eclesiásticas confirman que esa realidad se ha extendido y profundizado: obras de beneficio social y templos construidos en diferentes lugares del país con recursos que tienen su origen en actividades condenables.
Realidad de discusiones a toro pasado, contradicciones, ausencia de criterios y esquemas: en 2001 el Gobernador descartó dar apoyo en infraestructura al proyecto. Ahora, el diputado que fue secretario particular del Gobernador renuente, descalifica el donativo para la construcción del inmueble y pontifica lo que sí debe hacerse: infraestructura en torno al santuario.
El 5 de abril de 2004, Emilio González descartaba dar dinero a esta obra. Con las razones expuestas por el entonces Alcalde se puede hacer un collar -mejor dicho- un rosario de perlas.
"En el presupuesto de Guadalajara no se tiene contemplada una inversión de ese tipo", nos dijo. Según tengo entendido, en el presupuesto actual del Estado tampoco se tiene contemplada una partida para este rubro.
"En el Presupuesto de Egresos los recursos ya están etiquetados", nos dijo. Seguramente ahora los del Estado no lo están.
"En dado caso, lo consultaría con los regidores", nos dijo. Ahora decidió no consultarlo con los diputados.
También dijo: "no vería cómo poder utilizar una parte del presupuesto de obras públicas para invertirlo en infraestructura de esa naturaleza". No veía cómo... cuatro años después ¡ya pudo ver! ¡Aleluya!
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